Dieta mediterránea: freno a la fragilidad y deterioro cognitivo en mayores
La dieta mediterránea podría actuar sobre las bacterias intestinales de tal manera que ayude a frenar el avance de la fragilidad física y el deterioro cognitivo en la edad avanzada, según un estudio. Foto: pressfoto / Freepik

Ingerir alimentos de la dieta mediterránea durante un año aumenta los tipos de bacterias intestinales relacionadas con el envejecimiento saludable, al tiempo que reduce las asociadas con la inflamación dañina en las personas mayores. Es la principal conclusión de un estudio que acaba de publicar Gut.

Como el envejecimiento está asociado con el deterioro de las funciones corporales y el aumento de la inflamación, lo que anuncia la aparición de fragilidad, la dieta mediterránea podría actuar sobre las bacterias intestinales de tal manera que ayude a frenar el avance de la fragilidad física y el deterioro cognitivo en la edad avanzada.

Una serie de trabajos previos sugieren que una dieta pobre/restrictiva, que es común entre las personas mayores, particularmente las que reciben atención residencial a largo plazo, reduce el rango y los tipos de bacterias (microbioma) que se encuentran en el intestino y ayuda a acelerar la aparición de la fragilidad.

Ante estas evidencias, un equipo de investigadores del University College Cork APC Microbione Institute, dirigidos por el doctor Paul O’Toole, quiso ver si una dieta mediterránea podría mantener el microbioma en los mayores y promover la retención o incluso la proliferación de bacterias asociadas con el envejecimiento saludable.

Análisis del microbioma intestinal tras 12 meses de dieta mediterrénea

Así, analizaron el microbioma intestinal de un total de 612 personas, con edades comprendidas entre los 65 y 79 años, antes y después de 12 meses de comer su dieta habitual (n=289) o una dieta mediterránea (n=323), rica en frutas, verduras, nueces, legumbres, aceitunas, aceite y pescado y bajo en carnes rojas y grasas saturadas, y especialmente diseñado para personas mayores (dieta NU-AGE).

Los participantes, que eran frágiles (n=28), al borde de la fragilidad (n=151), o no frágiles (n=433) al comienzo del estudio, vivían en cinco países diferentes: Francia, Italia, Países Bajos, Polonia y Reino Unido.

Seguir la dieta mediterránea durante 12 meses se asoció con cambios beneficiosos en el microbioma intestinal.

También se tradujo en detener la pérdida de diversidad bacteriana; un aumento en los tipos de bacterias previamente asociados con varios indicadores de fragilidad reducida, como la velocidad al caminar y la fuerza de agarre de las manos, y una función cerebral mejorada, como la memoria.

Respuesta similar de la dieta mediterránea, independientemente de la nacionalidad

Un análisis más detallado reveló que los cambios en el microbioma se asociaron con un aumento en las bacterias que, como saben los científicos, producen ácidos grasos de cadena corta beneficiosos y una disminución en las bacterias involucradas en la producción de ácidos biliares particulares. Su sobreproducción está relacionada con un mayor riesgo de cáncer de intestino, resistencia a la insulina, hígado graso y daño celular.

Además, las bacterias que proliferaron en respuesta a la dieta mediterránea actuaron como especies clave, lo que significa que fueron críticas para un ecosistema intestinal estable, expulsando a los microbios asociados con los indicadores de fragilidad.

Como explica el doctor O’Toole, los cambios fueron impulsados en gran medida por un aumento en la fibra dietética y las vitaminas y minerales asociados, específicamente, C, B6, B9, cobre, potasio, hierro, manganeso y magnesio. Los hallazgos fueron independientes de la edad o el peso de la persona (índice de masa corporal), los cuales influyen en la composición del microbioma.

Y aunque hubo algunas diferencias en la composición del microbioma intestinal dependiendo del país de origen al comienzo, la respuesta a la dieta mediterránea después de 12 meses fue similar y consistente, independientemente de la nacionalidad.

Agentes terapéuticos útiles para evitar la fragilidad

Sin embargo y como reconoce O’Toole, los hallazgos del estudio no pueden establecer un papel causal para el microbioma en la salud, además de que algunas de las implicaciones se infieren en lugar de medirse directamente. «La interacción de la dieta, el microbioma y la salud del huésped es un fenómeno complejo influenciado por varios factores», subraya.

En opinión del investigador, si bien los resultados arrojan luz sobre algunas de las reglas de esta interacción tripartita, varios factores como la edad, el índice de masa corporal, el estado de la enfermedad y los patrones dietéticos iniciales pueden desempeñar un papel clave para determinar el alcance del éxito de estas interacciones.

Algunas personas mayores pueden tener problemas dentales y/o dificultad para tragar, por lo que puede ser poco práctico para ellos comer una dieta mediterránea, reconoce el director del estudio. No obstante, sugiere que las bacterias beneficiosas implicadas en el envejecimiento saludable que se encuentran en el estudio podrían ser agentes terapéuticos útiles para evitar la fragilidad.

¿Qué es la dieta mediterránea?

Para evitar interpretaciones sesgadas, nada mejor que acudir a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este organismo internacional es partidario de los múltiples beneficios de la dieta mediterránea, que está considerada como una, sino la mejor, de las más saludables del mundo.

Para la OMS, la dieta mediterránea está directamente asociada con una menor tasa de mortalidad, gracias a sus efectos en la prevención de enfermedades cardiovasculares y cognitivas, diabetes tipo 2 y carcinomas, entre otros.

Se caracteriza por la abundancia de vegetales (verduras, hortalizas y frutas), utilización de aceite de oliva -mejor virgen extra- como fuente principal de grasa, consumo moderado de pescado, marisco, aves de corral, productos lácteos y huevos; así como consumo de pequeñas cantidades de carnes rojas y vino con moderación.

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