Investigadores de la Universidad estadounidense de Utah han conseguido monitorear el VIH mientras replicaba su genoma y lo insertaba en el ácido desoxirribonucleico (ADN) objetivo.
Así han visualizado los pasos que normalmente tienen lugar dentro del anfitrión. Este avance, publicado hoy en Science, es de gran relieve para entender mejor la patogenia del VIH que, en opinión de estos científicos, es una nueva comprensión de cómo funciona el retrovirus, lo que permite explorar las primeras etapas de su ciclo de vida con un detalle sin precedentes.
El profesor Wesley I. Sundquist, de la Universidad de Utah y coautor principal del estudio junto con su discípulo Owen Pornillos, ahora profesor en la Universidad de Virginia, detalla que “estamos aprendiendo cosas nuevas sobre uno de los patógenos más importantes que los seres humanos han encontrado y eso es importante».
A pesar de su peligro, el VIH tiene una apariencia engañosamente simple. El virus se asemeja a un cono de helado redondeado, donde una capa exterior encapsula su material genético en su interior. Anteriormente, se pensaba que la función principal del caparazón, llamado cápside, era proteger su preciosa carga. Pero las investigaciones del equipo de Sundquist y Pornillos demuestran que la cápside también juega un papel activo en la infección.
Cápside viral
La realización de los pasos iniciales de la infección en un tubo de ensayo permitió a estos científicos manipular con precisión el VIH de forma totalmente novedosa.
Así, descubrieron que cuando usaban métodos genéticos y bioquímicos para desestabilizar la cápside, el retrovirus no podía replicar eficazmente su material genético. Fue la primera demostración directa de que, en lugar de servir simplemente como envase, es un componente esencial del proceso de infección por VIH en sí.
Los avances recientes en microscopía crioelectrónica y el modelado molecular han hecho posible ver con minuciosidad el virus, que con 130 nanómetros (un nanómetro es la millonésima parre de un milímetro) es, aproximadamente, 70 veces más pequeño que un glóbulo rojo.
Usando estas técnicas, visualizaron cada uno de los 240 diminutos mosaicos de proteínas que encajan para formar la capa exterior en forma de cono. Los científicos pudieron ver que la cápside permanecía en gran parte intacta durante todo el proceso de replicación, conocido por los virólogos e infectólogos como transcripción inversa.
“Esto difiere de los libros de texto -subraya Sundquist- y nuestros datos indican que la cápside viral juega un papel activo e indispensable en el apoyo a la transcripción inversa eficiente”.
Mecanismo molecular del VIH
Los investigadores desconocen todavía los mecanismos moleculares que el organismo humano utiliza para controlar la infección producida por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), que causa el sida. Esta situación, a pesar de los avances que se están registrando en este campo, imposibilita el diseño de una vacuna eficaz contra esta enfermedad.
La variabilidad del virus del sida es, desde siempre, un fuerte obstáculo para la terapia de combinación de fármacos antirretrovirales y, como se demostró en 2005 en Estados Unidos, estos medicamentos no pueden eliminarlo en el cerebro.
Ese año, investigadores de las universidades de UCLA y de Pittsburg demostraron que el VIH se esconde en el cerebro de las personas infectadas, atacando fundamentalmente los centros cerebrales que regulan la capacidad motora. Esta vulnerabilidad es constante y la eficacia de los fármacos apenas se percibe, aunque no afecta a todos los pacientes por igual.
Dos años antes, otro equipo de científicos de la Universidad de Calgary, dirigidos por el doctor Power, detalló en Nature Neuroscience que el VIH no infectaba directamente a las neuronas, sino que la causa estaba en una neurotoxina generada en el entramado de señales entre las células cerebrales.
El conocimiento científico sobre el retrovirus es incesante, pero aún no se ha conseguido una vacuna terapéutica o profiláctica contra él. El VIH se trata como un proceso infeccioso de por vida en los países avanzados. Lamentablemente, en el Tercer Mundo sigue siendo sinónimo de muerte.