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La pandemia puso de manifiesto la insuficiencia de los sistemas sanitarios mundiales. Y Putin ha sido el primer gobernante en reconocer su importancia para la estabilidad de la estructura social. Por eso bombardea los hospitales ucranianos.
En los países en que los gobiernos se preocupan por sus ciudadanos, sería necesaria una mejora de las plantillas sanitarias, tal como solicitaban, desde antes de la pandemia, las mareas verdes. Y no son sólo médicos y enfermeras.
En el mundo hay un déficit global de sanitarios y servicios de limpieza y mantenimiento, si se desea una optimización de los recursos y una sólida estructura social. También de maestros, por supuesto. Y todas las estadísticas que hablan de médicos y camas por densidad de población son cicateras.
Estados Unidos demostró hace muchos años la terrible deficiencia de su sistema sanitario, con bolsas de pobreza y tratamientos médicos inadecuados o nulos a enormes sectores de la población. Y en España se ha tratado de imponer ese sistema cicatero de recursos privados que enriquece a unos pocos y deja desprotegida a toda la sociedad, como ha demostrado la pandemia del coronavirus, con altísimos niveles de mortalidad.
No se olvide que la esperanza de vida media en Estados Unidos es mucho más baja que en Europa, y la tasa de mortalidad, aunque los datos son muy confusos, podría ser igual o incluso más alta.
Se habla por fin de fortalecer la asistencia primaria en España. La Organización Médica Colegial de España, una entidad que tiene entre sus fines la colaboración con los poderes públicos en la consecución del derecho a la salud, sugiere la incorporación de unos 6.000 médicos en asistencia primaria, lo que cifra en 360 millones de euros. Y eso incluye médicos de familia y pediatras. Como siempre, los médicos piden menos de lo necesario y no mencionan la gran carencia de la asistencia primaria en los países más desarrollados: la Geriatría.
Con una población cada vez más longeva, la sociedad ha de esforzarse en que no sea más envejecida y frágil, sino saludable y capaz de aportar sus conocimientos para el beneficio global. Y eso requiere que, además de cuidados paliativos, se generen mecanismos de prevención de la enfermedad y de retraso de la fragilidad en los mayores.
En un reciente artículo de Biotech Magazine & News, el Dr. Francisco G. Cerrato explicaba la situación emocional de los sanitarios, que describía como “sobrepasados por las cargas, con falta de recursos, […] con una sensación de abandono…”.
Es real, lamentablemente. Como lo es la falta acuciante de anestesistas, la carencia de enfermeros, de celadores, de personal de limpieza. Y, sin embargo, mi experiencia durante mis recientemente largas estancias hospitalarias, ha sido que estos profesionales, con muchísimo estrés que llegaba a afectar su salud, se esforzaban por ayudar a los pacientes, por mantener una atención más que digna y por tratar de esbozar una sonrisa pese a su evidente agotamiento y crispación.
Muchos están trabajando hasta la extenuación, momento en que claudican y dejan más desolados a sus compañeros. Otros, por puro instinto de supervivencia, solicitan la baja antes de llegar al colapso.
Frente a ellos, los pacientes, que se sienten ignorados y desatendidos. Y yo recuerdo que hace 30 años las ambulancias disponían de conductor, camillero y enfermero, frente a la persona desbordada multiusos, o los dos jóvenes inexpertos y asustados que me he encontrado en las últimas ocasiones.
Tenemos los mejores profesionales sanitarios. Doy fe. Las universidades españolas y las escuelas de formación profesional, públicas y privadas, de forma mayoritaria, preparan excelentemente a médicos, fisioterapeutas, enfermeros, farmacéuticos, odontólogos, auxiliares y técnicos sanitarios.
Espíritu de despilfarro
Desgraciadamente, con el espíritu de despilfarro español, muchos de ellos acaban trabajando en países extranjeros, que no han realizado esfuerzo en su formación y que, por un salario digno, mejor que el español, consiguen gratis profesionales altamente cualificados. Lo terrible, como en el caso de los científicos, es que la mayor parte de la población considera que se van porque ganan más. Se van porque no encuentran posibilidad de contribuir con sus conocimientos al bienestar social.
Pero esto no empezó con la pandemia. Viene de mucho más atrás. Hace más de 10 años del inicio del déficit de sanitarios. Y, si nos referimos a la ausencia de psicólogos y psiquiatras, el problema es mayor y de más largo tiempo, aunque me consta que los sacerdotes han desarrollado durante muchos años parte de esa crucial labor.
Quizá sea el momento de escuchar esas demandas, junto a los de los especialistas de enfermedades infecciosas, a los que ninguneábamos desde el descubrimiento de los antibióticos, con esa ignorancia prepotente de los humanos que nos creemos capaces de controlar la Tierra. Quizá es el momento de crear los servicios de Geriatría en los hospitales de toda España, como ya existen en la Comunidad de Madrid.
Seamos Homo Sapiens Sapiens un poco más evolucionados, porque, desde el Homo Erectus, parece que nos importan tanto los miembros de nuestra manada como para llorarlos y enterrarlos. Avancemos a protegerlos con medidas como las donaciones a sanidad para la contratación de sanitarios.
¿Creen que es una utopía? Miren en las noticias las personas anónimas que se han trasladado a Polonia para rescatar a los ciudadanos ucranianos del terror de los bombardeos.