
La ceguera facial, una condición desconcertante, también conocida como prosopagnosia, que nos engaña haciéndonos creer que reconocemos a personas que nunca hemos conocido o que no reconozcamos a las que conocemos, afecta actualmente a más del 3% de la población mundial. Las conclusiones de un trabajo realizado en la Universidad de Harvard apuntan a más de 240 millones de personas las que conviven con este trastorno neurológico. El informe de Naciones Unidas calcula que la población mundial ahora es de unos 8.000 millones de personas.
En el ensayo clínico que aparece en Cortex, estos investigadores sugieren que la prosopagnosia afecta a más personas de lo que se pensaba hasta ahora. Calculan que una de cada 33 personas puede cumplir los criterios de ceguera facial. Así, en su opinión, una de cada 108 tiene una prosopagnosia importante mientras que una de cada 47 tiene una leve.
La prosopagnosia no se relaciona con la disfunción de la memoria, la pérdida de la memoria, los problemas de visión o los problemas de aprendizaje. Especialistas del National Institute for Neurological Disorders and Stroke (NINDS), creen que este trastorno “es el resultado de una influencia, daño o deterioro congénitos en un pliegue del cerebro que parece coordinar los sistemas neurales que controlan la percepción facial y la memoria (giro fusiforme derecho)”.
Las conclusiones de este trabajo, dirigido por el profesor Joseph DeGutis, del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Harvard, destacan un rendimiento similar en la coincidencia de rostros entre personas diagnosticadas con prosopagnosia utilizando criterios más estrictos frente a los más flexibles, lo que sugiere que los criterios de diagnóstico deben ampliarse para ser más inclusivos.
Formas leves y mayores de ‘ceguera facial’
Esto podría traducirse en nuevos diagnósticos para millones de personas que pueden convivir con el trastorno sin saberlo. Como detallan en el estudio, encontraron que la ceguera facial se encuentra en un espectro que puede variar en gravedad y presentación, en lugar de representar a un grupo discreto de afectados.
Los autores también ofrecen sugerencias de diagnóstico para identificar formas leves y mayores de prosopagnosia, basadas en las pautas para trastornos neurocognitivos mayores y leves del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales.
Los resultados del estudio se basan en un cuestionario y pruebas administradas a un total de 3.341 personas. Preguntaron a los participantes si experimentaban dificultades para reconocer rostros en su vida cotidiana. Luego realizaron dos pruebas objetivas para determinar si tenían dificultades para aprender caras nuevas o reconocer caras famosas muy familiares.
Los resultados arrojan el dato de que 31 individuos de los 3.341 tenían prosopagnosia mayor, mientras que 72 de los 3.341 convivían con una forma más leve de este trastorno neurológico.
El equipo del profesor DeGutis observó también que no había grupos discretos claramente divididos de personas con poca o buena capacidad para reconocer rostros.
Por último, los investigadores compararon las puntuaciones de coincidencia de rostros entre personas con prosopagnosia diagnosticada utilizando diferentes criterios. Así, encontraron que el uso de límites de diagnóstico más estrictos no se correspondía con puntajes de coincidencia de rostros más bajos.
Para este científico, “la evidencia reciente sugiere que las personas con formas más leves de ceguera facial pueden beneficiarse más de ciertos tratamientos que aquellas con formas más graves de la afección. Estos tratamientos pueden incluir entrenamiento cognitivo, para mejorar las habilidades perceptivas, o entrenamiento dirigido directamente a mejorar las asociaciones faciales”.
Una pincelada sobre la prosopagnosia
Factores como el deterioro cognitivo relacionado con la edad y la ansiedad social pueden empeorar aún más las habilidades de reconocimiento facial. Saber si se tiene prosopagnosia leve podría ayudar a estar atento a otras disminuciones situacionales o relacionadas con la edad en la capacidad de reconocimiento facial.
Como explican desde el NINDS, la prosopagnosia es un trastorno neurológico caracterizado por la incapacidad de reconocer rostros. El término proviene de las palabras griegas para rostro y falta de conocimiento.
Según el grado de discapacidad, algunas personas con prosopagnosia solo pueden tener dificultades para reconocer rostros familiares, mientras que otras no podrán discriminar entre rostros desconocidos. Es posible que otras personas no puedan distinguir una cara como diferente de un objeto. Algunas personas son incapaces de reconocer sus propios rostros.
La prosopagnosia puede ser el resultado de un accidente cerebrovascular, una lesión cerebral traumática o ciertas enfermedades neurodegenerativas. Algunos casos son congénitos o están presentes al nacer, en ausencia de daño cerebral. La prosopagnosia congénita parece darse en familias, lo que hace probable que sea el resultado de una mutación o eliminación genética.
Cierto grado de prosopagnosia a menudo está presente en niños con autismo y síndrome de Asperger y puede ser la causa de un desarrollo social deficiente.
El tratamiento tiene como objetivo ayudar a las personas a desarrollar formas de compensar. Los adultos que tienen la afección como resultado de un accidente cerebrovascular o un traumatismo cerebral pueden volver a capacitarse para usar otras pistas para identificar a las personas.
La prosopagnosia puede ser socialmente debilitante, ya que las personas con este trastorno a menudo tienen dificultades para reconocer a familiares y amigos cercanos. A menudo usan otras formas de identificar a las personas, como confiar en la voz, la ropa o atributos físicos únicos.