
Nuevas conclusiones del proyecto FinnBrain, de la Universidad finlandesa de Turku, relacionan el estrés prenatal con la microbiota intestinal del feto. Los detalles de esta investigación se acaban de publicar en Psychoneuroendocrinology.
Investigadores y clínicos sospechan desde hace tiempo que el estrés prenatal puede estar asociado con el crecimiento y desarrollo infantil. Sin embargo, los mecanismos subyacentes a este vínculo aún no se entienden completamente.
La doctora Anna Aatsinki, principal investigadora de este trabajo, señala que pudieron demostrar que la angustia psicológica crónica materna y las elevadas concentraciones de cortisol en el cabello durante el embarazo están asociadas con la composición de la microbiota intestinal del lactante, pero no con la diversidad.
En este trabajo se utilizó un análisis de cortisol capilar que permitió medir los promedios de concentración de cortisol de la hormona del estrés durante varios meses. Además, los síntomas de la madre se evaluaron tres veces durante el embarazo. La microbiota intestinal infantil se analizó a los 2,5 meses de edad con secuenciación de próxima generación.
Anteriormente, estudios similares se habían realizado con animales de laboratorio y también con personas, pero con pocas voluntarias. Por ello, este estudio finlandés con 399 madres y sus bebés es el mayor hasta ahora. Los resultados proporcionan nueva información significativa para científicos y clínicos sobre esta asociación.
La doctora Aatsinki recuerda que Proteobacteria y Lactobacillus son microbios intestinales infantiles comunes. “Descubrimos, por ejemplo, que la angustia psicológica prenatal crónica de la madre estaba relacionada con el aumento de la abundancia de géneros de proteobacterias en la microbiota infantil”, añade.
Además, los síntomas psicológicos crónicos estaban relacionados con la disminución de la abundancia de géneros Akkermansia, que se considera que son beneficiosos, al menos en adultos.
Microbiota relacionada con el estrés prenatal
Para esta investigadora también fue interesante que las bajas concentraciones de cortisol se asociaron con un aumento de la abundancia de Lactobacillus en la microbiota intestinal infantil. Las bacterias Lactobacillus también están consideradas como beneficiosas para la salud.
Sin embargo, las proteobacterias también contienen especies que pueden causar inflamación en el organismo y estar asociadas con el riesgo de enfermedad del neonato más adelante. Es por lo que estos científicos consideran importante estudiar cómo se conectan los cambios observados con el desarrollo infantil posterior.
En este sentido, este trabajo no explica la relación causa-efecto, o si el estrés psicológico prenatal está relacionado con las diferencias en los productos metabólicos microbianos o, por ejemplo, en la función del sistema inmune. En otras palabras, como subraya la doctora Aatsinki, las preguntas importantes aún no tienen respuesta.
Como se dice líneas arriba, el estudio forma parte del proyecto de investigación FinnBrain y su subproyecto eje intestino-cerebro. Está dirigido por la profesora docente Linnea Karlsson y tiene el objetivo de estudiar cómo el estrés prenatal afecta el desarrollo de la microbiota infantil y cómo los microbios intestinales infantiles afectan el desarrollo cerebral posterior.
La investigación de FinnBrain se inició en la Universidad de Turku en 2010 y su objetivo es estudiar la influencia combinada de factores ambientales y genéticos en el desarrollo infantil y los resultados de salud posteriores.
El seguimiento de los niños continuará durante varias décadas. La investigación es multidisciplinaria y tiene una amplia colaboración nacional e internacional. Los participantes son cuatro mil familias de la ciudad de Turku, municipios en esta área y en las Islas Åland.
Perfil único de microbiota intestinal
En relación con estas bacterias saludables, cabe recordar el estudio dirigido por el doctor Emanuele Rinninella, del Policlínico Universitario Agostino Gemelli, en Roma.
El trabajo, publicado hace un año en Microorganisms, resalta que, cada persona cuenta con un perfil único de microbiota intestinal que desempeña numerosas funciones específicas en el metabolismo de los nutrientes del huésped, el mantenimiento de la integridad estructural de la barrera de la mucosa intestinal, la inmunomodulación y la protección contra los patógenos.
La microbiota intestinal se compone de diferentes especies de bacterias clasificadas taxonómicamente por género, familia, orden y fila. La de cada ser humano se forma en la vida temprana, ya que su composición depende de las transiciones infantiles (fecha de gestación de nacimiento, tipo de parto, métodos de alimentación con leche, período de destete) y factores externos como el uso de antibióticos.
Estas microbiotas nativas centrales personales y saludables permanecen relativamente estables en la edad adulta, pero difieren entre los individuos debido a los enterotipos, el índice de masa corporal (IMC), la frecuencia del ejercicio, el estilo de vida y los hábitos culturales y dietéticos.
En consecuencia -dice-, no existe una composición óptima única de microbiota intestinal, ya que es diferente para cada persona. Sin embargo, se debe respetar un equilibrio sano entre el huésped y los microorganismos para realizar de manera óptima las funciones metabólicas e inmunes y prevenir el desarrollo de enfermedad.
Esta revisión proporciona una visión general de los estudios que se centran en los equilibrios de microbiota intestinal en el mismo individuo y entre individuos y resalta la estrecha relación mutualista entre las variaciones de la microbiota intestinal y las enfermedades. De hecho, la disbiosis de la microbiota intestinal está asociada no solo con trastornos intestinales sino también con numerosas enfermedades extra intestinales, como trastornos metabólicos y neurológicos.