
Un equipo de investigadores y clínicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh han descubierto un biomarcador sanguíneo que predice el rechazo del trasplante renal con un tiempo de espera de, aproximadamente, ocho meses, lo que ofrece a los nefrólogos la oportunidad de intervenir y prevenir daños permanentes.
Los resultados de este hallazgo, que aparecen hoy en Science Translational Medicine, no solo identifican una señal de advertencia de que algo va mal en esos pacientes, sino que también sugieren un medicamento existente que se les podría administrar para corregir el curso de su recuperación a largo plazo.
El profesor David Rothstein, profesor de cirugía e inmunología y autor principal de este trabajo, reconoce que no pueden decir a priori si un paciente tiene demasiada o muy poca inmunosupresión. “No lo sabemos -matiza- hasta después del rechazo o de que ya haya comenzado una infección. Por eso queríamos encontrar algo que nos dijera si este paciente corre el riesgo de sufrir rechazo más tarde, para poder cambiar sus inmunosupresores por adelantado, antes de que el sistema inmunológico se acelere, antes de que se produzcan cicatrices y daños crónicos”.
Aproximadamente, un tercio de los pacientes pierden el riñón trasplantado en 10 años y, en ese momento, un nuevo trasplante renal no es fácil de llevar a cabo. Principalmente porque el sistema inmune del paciente ya se ha sensibilizado al órgano extraño y es más difícil encontrar una compatibilidad.
Trasplante renal con alto riesgo de rechazo
El profesor Rothstein y su equipo del Instituto de Trasplantes Thomas E. Starzl, de la Universidad de Pittsburg (Pitt), analizaron muestras de sangre de un total de 244 pacientes que recibieron trasplantes de riñón en este campus entre los años 2013 y 2015, así como de otros 95 pacientes con trasplante renal tratados en el Royal Free Hospital de Londres.
De esta forma, el profesor Rothstein pudo encontrar este biomarcador altamente predictivo. De los pacientes que se identificaron como de alto riesgo de rechazo según este nuevo biomarcador, el 91% repelió el órgano durante el primer año, en comparación con el 10% en el grupo de bajo riesgo.
Según detalla en su estudio este investigador, el grupo de alto riesgo tenía una probabilidad significativamente mayor de perder los riñones trasplantados cinco años después de la cirugía.
El biomarcador que descubrió el profesor Rothstein y su equipo es similar al funcionamiento de las células B reguladoras, un tipo de célula inmunitaria que sintoniza hacia arriba o hacia abajo la respuesta inmunitaria. Recientemente, se ha implicado en el rechazo de órganos y resultó difícil de medir.
Las células B pueden secretar tanto IL-10 como factor de necrosis tumoral (TNF). Según este nuevo estudio, es la proporción de estas dos moléculas la que mide mejor la actividad reguladora de las células B y predice si un paciente tiene alto riesgo de rechazo.
La IL-10 (interleuquina-10) forma parte de un grupo de proteínas fabricada por los leucocitos (glóbulos blancos) y otras células del organismo. Los macrófagos activados y algunos linfocitos T elaboran la IL-10. Reduce la inflamación al impedir que las células inmunitarias fabriquen citocinas.
Según el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, la IL-10 aumenta la producción de anticuerpos que fabrican las células plasmáticas y los ayuda a vivir más tiempo.
Equilibrio entre IL-10 y TNF
La IL-10 que se fabrica por las empresas farmacéuticas se utiliza terapéuticamente como modificador de la respuesta biológica, para estimular el sistema inmunitario.
Como explica el profesor Rothstein, “al ser un biomarcador funcional, nos da una idea de lo que sale mal en estos pacientes de alto riesgo. El equilibrio entre IL-10 y TNF parece indicar su punto de ajuste inmunológico: ¿Su sistema inmunológico estará inactivo o se acelerará y tratará de rechazar el trasplante? Esperamos poder restablecer ese equilibrio con anti-fármacos TNF”.
Los medicamentos anti-TNF no se han utilizado mucho para los pacientes trasplantados, pero son un pilar para el tratamiento de la artritis reumatoide, la enfermedad inflamatoria intestinal y otras afecciones marcadas por la inflamación, por lo que el perfil de efectos secundarios es bien conocido.
Para mitigar ese riesgo, la idea del profesor Rothstein y de otros científicos es tratar a los pacientes con medicamentos anti-TNF durante unos pocos meses, lo que podría ser suficiente para restablecer el sistema inmunológico y prevenir el rechazo antes de que comience.
No obstante, es necesario que se lleve a cabo un ensayo clínico en humanos, pero para demostrar un principio, el profesor Rothstein y su equipo aplicaron anti-TNF a las células B de pacientes de alto riesgo.
Así observaron no solo alteraciones en el biomarcador, sino también una serie de otros cambios indicativos de un restablecimiento de la actividad de las células B.
Este estudio lo han financiado, entre otras instituciones, los Institutos Nacionales de Salud, American Society of Transplantation y el National Institute for Health Research, de Reino Unido.