
El nuevo estudio, realizado por un equipo de investigadores de la Universidad Ben-Gurion del Negev (BGU) y publicado en Scientific Reports, es tajante en sus concusiones: una sesión única de una hora de duración con un robot revestido de tejido suave y similar a una cría de foca redujo los niveles de dolor y oxitocina, y aumentó la felicidad.
Este ingenio, denominado PARO, emite sonidos y se mueve respondiendo así a las palabras de la persona que lo acaricia. El robot, dotado de inteligencia artificial, lo desarrolló el japonés Takanori Shibata hace cinco años.
Eligió una foca porque pensó que, mayoritariamente, las personas no estamos familiarizados con estos animales. Es capaz de aprender y recordar su propio nombre y responder con movimientos complacientes a las caricias. Pesa tres kilogramos y da la sensación de que es real cuando se pone encima.
La doctora Shelly Levy-Tzedek, coordinadora de este trabajo, señala que en estudios previos se ha visto que el contacto de persona a persona refuerza el estado de ánimo y reduce el dolor. Por ello intentaron conseguir los mismos resultados con este ingenio robótico. Y lo han logrado.
La doctora Levy-Tzedek y su equipo descubrieron que una sola interacción de 60 minutos con PARO mejoró el estado de ánimo y redujo el dolor leve o intenso. Cuando los voluntarios acariciaron a PARO, experimentaron una mayor reducción del dolor que cuando simplemente estaba presente en su habitación.
Menos dolor tras interacción con el robot
Sorprendentemente, estos científicos de la Universidad Ben Gurion encontraron niveles más bajos de oxitocina en aquellas personas que interactuaron con el robot que en los participantes del grupo de control, que no siguieron las pautas establecidas en el protocolo del estudio.
Por lo general, la oxitocina, en ocasiones llamada el amor del hombre, se eleva entre las parejas o las madres que juegan con sus hijos, por lo que no se esperaba un nivel inferior de esta molécula.
Sin embargo, estudios más recientes han demostrado que fuera de las relaciones cercanas, la producción de oxitocina es un indicador de estrés y, por lo tanto, una reducción podría indicar relajación.
“Estos hallazgos ofrecen nuevas estrategias para manejar el dolor y mejorar el bienestar, que son particularmente necesarios en estos momentos, cuando el distanciamiento social es un factor crucial en la salud pública” dice la doctora Levy-Tzedek.
En los últimos años, Shelly Levy-Tzedek ha dirigido el Laboratorio de Cognición, Envejecimiento y Rehabilitación de la Universidad Ben Gurion en el Neguev. Entre sus proyectos de investigación figura el relativo a los efectos de la edad y la enfermedad (en particular, el mal de Parkinson y el derrame cerebral) en el control del movimiento corporal y cómo emplear mejor robótica para facilitar un proceso de rehabilitación rápido y eficiente.
Esta investigadora adopta un enfoque multidisciplinario para sus estudios: los miembros de su equipo provienen de diversas disciplinas científicas, como la fisioterapia, la ingeniería y la psicología.
Además de diversas entidades de Israel, como Rosetrees Trust, esta investigación ha sido financiada por el programa de innovación Horizon 2020 de la Unión Europea.