

Una mutación es un cambio mínimo, de una sola letra, en el abecedario total del genoma. Suelen ocurrir al azar, son aleatorias, aunque pueden surgir por diversos factores externos. Las mutaciones son inherentes a los virus. La mayor parte son inocuas; algunas, por error, son nocivas (incluso deletéreas) para el virus mutante; otras, las adaptativas, pueden afectar al hospedador.
Las emplea el virus para difundirse mejor (contagio más rápido y eficiente), dañar más a las células invadidas (muerte celular) y lesionar más al hospedador (enfermedad más grave o muerte), eludir la inmunidad del hospedador, soportar la agresión de los fármacos antivíricos (resistencia farmacológica) o invalidar las vacunas (por un mecanismo semejante al de evitar la inmunidad).
El coronavirus, un texto genético con errores
El coronavirus pandémico vigente (SARS CoV-2), cuyo genoma tiene casi 30.000 letras, es un virus ARN con vocación de mutar. Muta dos veces al mes, tal vez desde hace miles de años en el mundo animal, mucho antes de invadir al ser humano. Pocas semanas después del comienzo oficial de la epidemia de Covid-19 (diciembre 2019) surgieron diversas variantes virales en China, Europa, Australia o USA.
Hasta el momento (diciembre 2020), con más de 100.000 genomas víricos analizados, se han hallado muchas mutaciones del SARS CoV-2. La mayoría carecen de trascendencia para el virus y para el humano. Algunas han saltado de los laboratorios de investigación a los medios de comunicación de masas.
La más conocida es la G614D, por cambio o sustitución de un solo aminoácido. Surgió en Europa (febrero 2020) y se ha extendido (supone el 80% de los contagios). Su rasgo epidemiológico es una mejor transmisión con mayor carga viral, al menos en los modelos experimentales. No parece más agresiva clínicamente ni afecta a la eficacia de los tratamientos o de las vacunas.
La variante vírica que arrasa Inglaterra

El SARS-2 muta menos (2-6 veces) que los virus gripales estacionales, pero han surgido otras muchas mutaciones (más de 13.000) hasta ahora, casi todas intrascendentes. Hay una nueva variante del virus denominada VUI–202012/01 (Variant Under Investigation-año 2020, mes 2, número 1), o linaje B.1.1.7, muy difundida y en expansión geográfica. Es la estrella mediática del momento.
Presenta al menos 17 mutaciones o cambios de letras, una de las cuales es la N501Y, localizada en la proteína S (Spike) o espiga. El origen geográfico no está muy claro (se dice que comenzó en Brasil en abril de 2020) y fue detectada en el condado de Kent (UK) el 20 de septiembre de 2020. Lo cierto es que está barriendo Inglaterra (sobre todo el sur y el suroeste) y se ha detectado en Dinamarca, los Países Bajos y Australia. Se extenderá por todo el mundo. Una variante muy similar, pero no igual, acapara el 90% de los casos en Sudáfrica, probablemente más contagiosa que la variante inglesa.
Parece que la variante inglesa se difunde con extrema facilidad, sin aumentar la virulencia. La explicación es la siguiente: algunas mutaciones (siete) afectan a la proteína S. Esto permite al coronavirus mejorar la unión al receptor celular (ACE2) para entrar en la célula.
El SARS CoV-2 original tiene 20 veces más afinidad por el ACE2 que otros coronavirus, por lo que la mutación N501Y y otras facilitan la capacidad de contagio (tal vez un 70% más, no demostrado) incrementando el poder epidémico. No hay que desdeñar la participación del factor humano, como decíamos en agosto, de una gran importancia en el desastre epidemiológico británico y mundial (USA y Brasil son una hecatombe). Londres y otras zonas han sido un verdadero caos epidemiológico por el escaso respeto a la pandemia. No en vano la variante N501Y predomina en menores de 65 años (Figura 1).
De momento, el coronavirus solo contagia más y mejor
Todavía no se ha demostrado una mayor agresividad clínica de la variante con la mutación N501Y. No parece afectar a los actuales tratamientos ni a las vacunas de ARNm disponibles, asunto que se está vigilando muy de cerca. Es pronto para sacar conclusiones.
El tiempo y el azar decidirán si el virus está aprendiendo a eludir los mecanismos de defensa humanos. Obligaría a la vacunación anual, o cada cierto tiempo. Como contra la gripe estacional. Tampoco se barrunta el efecto que la presión de las vacunas pudiera tener en la capacidad mutante adaptativa del virus.
Las mutaciones del SARS CoV-2 existen y seguirán apareciendo en el futuro. El virus continuará mutando porque su lema genómico es muy claro: mutar o morir. Lo malo es si las mutaciones víricas pueden acarrear la muerte de humanos. No parece descabellado vacunarse cuando toque.