DR. ANTONIO MONTES
Jefe de la Unidad del Dolor del Hospital del Mar. Barcelona
El dolor es el motivo más frecuente por el que los ciudadanos acuden al médico y se incrementa por el progresivo envejecimiento de la población, asociándose con significativas limitaciones en la vida diaria. Actualmente, se estima que el 17,25% de la población española sufre dolor crónico, siendo los dolores más habituales el dolor de espalda (60,5%), el dolor articular (40,2%), el dolor de cabeza (34,7%) y el dolor cervical (28,6%).
Y lo que es más importante, son las consecuencias que originan: limita y altera la calidad del sueño (42,2%), produce ansiedad (40,6%), favorece los cuadros de depresión (24,4%) y el 53% de las personas limita o modifica sus actividades sociales.
Otro aspecto a destacar motivado por el dolor son las consecuencias laborales. Aunque son datos de difícil obtención, se considera que un 22% de las personas en edad laboral han perdido algún trabajo como consecuencia de un dolor crónico, en otro 8% ha motivado un cambio de responsabilidades y funciones con un estancamiento de la carrera profesional, y otro 4% de personas ha decidido cambiar por iniciativa propia su puesto laboral a otro más acorde con sus limitaciones físicas.
También hay que subrayar que el 40% de las personas que se someten a una intervención quirúrgica sufren dolor moderado o intenso. Este dato es de gran trascendencia pues se ha demostrado que es un factor que favorece el desarrollo de dolor crónico persistente.
Evitar el dolor crónico
En dos estudios recientes realizados de forma conjunta en numerosos hospitales españoles, el 18% de los pacientes desarrollaron dolor crónico después de cirugías habituales y consideradas algunas de ellas como aparentemente banales, tales como herniorrafias inguinales, cirugía de prótesis de rodilla o de cadera e histerectomías.
Por tanto, nos encontramos frente a una situación en la que cada vez más personas requieren tratamiento para su dolor precisando más recursos, en una escalada de difícil control. Esto hace que sea más eficiente dedicar esos escasos recursos a evitar la cronificación que dedicarlos al tratamiento del dolor crónico, ya que en este caso su enfoque va a ser mucho más paliativo, aunque por otra parte necesario.
Actualmente, existen cuestionarios que permiten identificar qué personas pueden tener más riesgo para desarrollar un dolor crónico, por ejemplo, en casos de pacientes con lumbalgias agudas que pueden transformarse en crónicas o, como se ha comentado, tras cirugía de prótesis de rodilla o cadera, cirugía de columna, o cirugías menos importantes como herniorrafia inguinal.
Detectar a las personas con más riesgo permite realizar un seguimiento más específico de estos pacientes, posibilitando tratarlos más precozmente y evitando la aparición del dolor crónico.
Nuevas moléculas con mecanismos de acción
Más allá de estas estrategias preventivas, las nuevas investigaciones en el tratamiento del dolor se están dirigiendo en varias líneas. Así, a nivel farmacológico se está investigando en nuevas moléculas con mecanismos de acción, radicalmente diferentes a los analgésicos actuales (antiinflamatorios, opioides…), y que actúan en la transmisión del dolor sobre estructuras en las cuales, hasta ahora, no disponemos de fármacos.
En este sentido, estas líneas de investigación se han visto potenciadas y favorecidas, indirectamente, por la situación de la denominada epidemia de opioides que afecta de forma predominante a EE UU, Canadá y Australia.
Aunque hay que mirar con preocupación este problema, el modelo sanitario español es muy diferente al de EE UU, ya que hay un control mucho más estricto de los tratamientos que realizan los pacientes y existe una conexión entre la medicina primaria y la especializada que permite detectar más fácilmente los posibles casos de riesgo.
La denominada medicina regenerativa, ya sea con células madre u otro tipo de sustancias, empieza a emplearse en dolores de origen articular o raquídeo, si bien sus indicaciones y limitaciones no están claramente definidas.
Por último, citar que se están desarrollando nuevos sistemas de neuromodulación para el tratamiento de dolores complejos que no responden a las terapias farmacológicas más convencionales.