
Investigadores de la Universidad de Boston han conseguido identificar un marcador cerebral que predice posible riesgo de suicidio, en un futuro próximo. La importancia de este hallazgo que difunde Journal of Affective Disorders se sustenta en el dato de que, a diario, en Estados Unidos, alrededor de 130 personas se quitan la vida.
En 2021, 12,1 millones de estadounidenses consideraron seriamente el suicidio, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Atlanta. De esa cifra, 3,5 millones de ellos incluso hicieron un plan para suicidarse.
La neuroimagen funcional tiene el potencial de ayudar a identificar a las personas en riesgo de pensamientos y comportamientos autolesivos, así como explicar sobre los mecanismos neurobiológicos que contribuyen al suicidio.
Fundamentado en los patrones de conectividad funcional de todo el cerebro, en un estudio anterior estos neurocientíficos identificaron patrones de conectividad de la amígdala derecha y la circunvolución temporal media derecha (MTG) que diferenciaban a los veteranos con antecedentes de intento de suicidio (SA) de un grupo de control de veteranos.
Los voluntarios se seleccionaron de una cohorte longitudinal en el Centro de Investigación Traslacional de Lesiones Cerebrales Traumáticas y Trastornos de Estrés (TRACTS), del Sistema de Salud de Asuntos de Veteranos de Boston. En el momento de este estudio, el tamaño de la muestra inicial era de 598 veteranos.
“Después de eliminar a los participantes que formaban parte de nuestro anterior trabajo -añaden- nuestro objetivo fue replicar y ampliar nuestros hallazgos previos al examinar si esta conectividad aberrante estaba presente antes y después de un SA”.
Aunque muchos de los factores de riesgo del suicidio son bien conocidos (depresión, dolor crónico, violencia familiar, presencia de armas), no siempre está claro por qué algunas personas, y otras no, pasan de la idea a la planificación para intentarlo.
Marcador de conectividad cerebral
Ahora, estos científicos de Boston han encontrado un marcador en el cerebro que abre la puerta para identificar a las personas con mayor riesgo de acabar con su vida.
En esencia, encontraron conexiones importantes en el cerebro que diferían entre los veteranos con antecedentes de intentos de suicidio, incluso antes de que intentaran quitarse la vida, y aquellos con antecedentes similares, niveles de síntomas psiquiátricos, pero sin antecedentes de suicidio.
Las diferencias estaban en la conectividad funcional entre las redes cerebrales involucradas en el control cognitivo (ajustar nuestro comportamiento o elecciones para que se acoplen hacia una determinada tarea u objetivo) y el procesamiento de pensamientos autorreferenciales (reflexionar sobre lo que hemos hecho hoy o algo vergonzoso que sucedió hace años), o simplemente pensar en lo que tenemos que hacer mañana.
Como explica la profesora de Psiquiatría, Audreyana Jagger-Rickels, autora principal, “nuestro estudio proporciona evidencia de que este marcador de conectividad cerebral puede ser identificable antes de un intento de suicidio, lo que sugiere que podría ayudar a identificar a las personas en riesgo de suicidio. Esto también podría conducir a nuevos tratamientos que se dirijan a estas regiones del cerebro y sus funciones subyacentes”.
Para buscar indicadores de riesgo de suicidio en el funcionamiento interno del cerebro, los investigadores recurrieron a los veteranos posteriores al 11 de septiembre que habían estado expuestos a traumas.
Fueron sometidos a una resonancia magnética funcional en reposo, que rastrea la comunicación entre las regiones y redes del cerebro cuando no se realiza una tarea específica; es como una forma común de mapear el cerebro y ver cómo interactúan las diferentes áreas.
Luego, se concentraron en aquellos voluntarios que reconocieron un intento de suicidio, en una evaluación de seguimiento de uno a dos años, pero que no habían informado sobre ningún intento anterior.
Riesgo de suicidio
Examinaron la conectividad cerebral antes y después del intento de suicidio y la compararon con un grupo de control emparejado de veteranos con síntomas equivalentes de depresión y trastorno de estrés postraumático (TEPT), pero sin intentos de suicidio reconocidos.
La comparación reveló que la conectividad cerebral entre el control cognitivo y las redes de procesamiento autorreferencial estaba desregulada en los veteranos del grupo de intentos de suicidio. La profesora Jagger-Rickels subraya que los hallazgos pueden eventualmente ayudar a los médicos a superar uno de los principales desafíos en la evaluación del riesgo de suicidio: su dependencia del autoinforme.
“Las intervenciones para reducir el riesgo de suicidio se limitan a las personas que se sienten lo suficientemente cómodas como para revelar (autoinformar) pensamientos y comportamientos suicidas. Identificar medidas que no requieran la auto-revelación de pensamientos y comportamientos suicidas puede ayudarnos a identificar a las personas que se pasan por alto y también puede ayudar en el desarrollo de tratamientos novedosos dirigidos a los mecanismos cerebrales que subyacen a los pensamientos y comportamientos suicidas”, asegura esta investigadora.
El estudio también concluye que la conectividad de la amígdala derecha, una región del cerebro importante para el aprendizaje del miedo y el trauma, difirió entre el intento de suicidio y los grupos de control, pero sólo después de informar sobre un intento de suicidio.
La profesora Jagger-Rickels opina que todo esto “sugiere que hay cambios cerebrales, que ocurren después de un intento de suicidio, que podrían estar relacionados con los factores estresantes que lo rodean o debido al trauma del intento en sí. Esto indicaría que los propios intentos afectan al cerebro, lo que podría aumentar el riesgo de suicidio en el futuro”.