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En diciembre 2020 se celebró el 40 aniversario de la Ley Bayh-Dole. The Economist había dedicado una atención especial a esta Ley. En la sección Technology Quarterly, el artículo de Opinión sobre el tema comienza: «Innovation’s golden goose. The reforms that unleashed American innovation in the 1980s, and were emulated widely arounf the world, are under attack at home».
(La gallina de los huevos de oro de la innovación. Las reformas que desencadenaron la innovación estadounidense en la década de 1980 y que fueron emuladas ampliamente en todo el mundo están siendo atacadas en casa).
Y continua: «Possibly the most inspired piece of legislation to be enacted in America over the past half-century was the Bayh-Dole act of 1980. Together with amendments in 1984 and augmentation in 1986, this unlocked all the inventions and discoveries that had been made in laboratories throughout the United States with the help of taxpayers’ money. More than anything, this single policy measure helped to reverse America’s precipitous slide into industrial irrelevance».
(Posiblemente, la legislación más inspirada que se promulgó en los Estados Unidos durante el último medio siglo fue la ley Bayh-Dole de 1980. Junto con las enmiendas de 1984 y la ampliación de 1986, esto desbloqueó todos los inventos y descubrimientos que se habían hecho en los laboratorios de todo Estados Unidos con la ayuda del dinero de los contribuyentes. Más que nada, esta única medida política ayudó a revertir la caída precipitada de Estados Unidos hacia la irrelevancia industrial).
Un cumpleaños que por la pandemia y, en especial, por otros motivos pasó completamente desapercibido en nuestro entorno próximo. Sirva este escrito de recordatorio y reflexión.
Quince años después, el día 2 de mayo de 1995, el periódico Washington Post publicaba una Carta abierta al Congreso (EE UU), refrendada por los ejecutivos de 16 compañías tecnológicas líderes mundiales, en aquel momento; ningún científico aparece en el listado de firmas: «[…] For many years, Administrations of both parties, working with Congress, have consistently supported university research programs as a vital investment in our country’s future. Industry has played an equally critical role, carefully shepherding these new technologies into the marketplace […]. Just as important, university research has also helped prepare and train the engineers, scientists and technicians in industry whose discipline and skill have made technological breakthroughs possible. It has sparked innovation and prudent risk-taking […]. As the Congress makes its decisions on university research, let there be no mistake: We are determining the 21st century today».
([…] Durante muchos años, las administraciones de ambos partidos, en colaboración con el Congreso, han apoyado constantemente los programas universitarios de investigación como una inversión vital en el futuro de nuestro país. La industria ha jugado un papel igualmente crítico, guiando cuidadosamente estas nuevas tecnologías al mercado […]. Igual de importante, la investigación universitaria también ha ayudado a preparar y capacitar a los ingenieros, científicos y técnicos en la industria cuya disciplina y habilidad han hecho posibles los avances tecnológicos. Ha suscitado la innovación y la asunción prudente de riesgos […]. Mientras el Congreso toma sus decisiones sobre la investigación universitaria, no se equivoquen: hoy estamos determinando el siglo XXI).
Academia y Empresa representan un nodo complejo, con reglas de juego bien definidas y una relación fluida que permea todas las facetas de la estructura del entramado de I+D. En nuestro entorno no hay caldo de cultivo empresarial. Escasas spin-off o startup (el índice de fracaso es significativo) y, sobre todo, grandes empresas. De poco sirven que multinacionales instalen sus subsidiarias de montaje en este país. También, que las grandes empresas españolas de servicios deben transformarse en empresas de producto innovador. Ello implica asumir riesgo ponderado.
La Ciencia está bastante bien representada en algunas parcelas, distribuida a lo largo y ancho de nuestra geografía. Uno de los lastres es que está a cargo de personal sénior que, en más ocasiones de las deseadas, abandona. En muchas de las áreas de conocimiento el recambio no está a mano. Quienes podían asumirlo están en otros lares que les acogieron, sin intenciones de regresar a medio plazo. Ello no es óbice para reconocer la presencia, principalmente en los últimos años, de científicos jóvenes con un inmenso potencial en ocasiones desaprovechado. Otros apenas merecen la pena. Las iniciativas, entre otras, Junior Group Leader del Institue for Research in Biomedicine (IRB) de Barcelona, el acceso a diversas ayudas postdoctorales -Young Investigator Programme-EMBO o las Marie Skłodowska-Curie Actions- o la seriedad de la Academia Joven de España, representan los primeros pasos firmes de la autopista deseada. La masa crítica es al complejo I+D , entre otros, como la masa madre es al pan. La levadura natural son los jóvenes y también menos jóvenes, con potencial. Tampoco estamos sobrados de instituciones relevantes; identificamos personas y grupos, pero en la mayoría de las ocasiones cuesta hacerlo con las instituciones.
Incremento del porcentaje del PIB en I+D desde luego, pero pensar en qué y cómo invertirlo para que no se convierta en mero gasto. No se debe hacer hincapié en convertir a la Academia en meros instrumentos de servicio de la industria, sino principalmente en desarrollar valor añadido que también es resolver problemas sociales y tecnológicos. Falta definir nichos de riesgo con proyectos ambiciosos. ¿En qué quiere España y su Academia y Empresa ser líder dentro de algunos años? Los fondos públicos deben potenciar la formación de personal investigador y la investigación de calidad, no costear patentes obsoletas desde su inicio; esto es subvencionar penuria a largo plazo, no es inversión. Es la empresa la que debe transformar ese conocimiento en valor añadido.
Un reciente Pacto por la Ciencia -la primera petición de un Pacto data de 1980- en su primer apartado –Recursos– no explicita incentivos fiscales concretos para las empresas, grandes y pequeñas, ni hace a penas referencia a una Ley de Mecenazgo movilizadora. Tampoco profesionalizar las OTRIs. El acceso a los fondos de recuperación será complicado; a la burocracia española -su renovación no se menciona en el Pacto- hay que añadir la todavía más enrevesada Europea. Se da por supuesto un juego limpio en la adjudicación.
Con todo y a pesar de todo, la pandemia por SARS-CoV-2 ha puesto en evidencia las debilidades de nuestro sistema social global. Existe legislación, allende de las fronteras, que organiza las ideas en tres campos: educación STEM primaria y secundaria -sobre la base de un proyecto, revisado periódicamente, con una vigencia de 75 años-, comercialización de la tecnología y reformas estructurales nacionales -que empiezan en enseñanzas primaria y secundaria- para catapultar la innovación. Hoy, la economía es verdaderamente global, la innovación se ha convertido en el actor principal de la competitividad y crecimiento, y el liderazgo innovador no es monopolio de nadie.
En 1905, Charles van Hise, Presidente de la Universidad, dio forma a la conocida Idea de Wisconsin: «I shall never be content until the beneficent influence of the University reaches every family of the state. This is my ideal of a state university» (Nunca estaré satisfecho hasta que la influencia benéfica de la Universidad llegue a todas las familias del estado. Este es mi ideal de una universidad estatal).