
Un equipo multidisciplinar de investigadores japoneses de la Universidad de Osaka ha conseguido descifrar cómo el virus de la hepatitis C (VHC) engaña al sistema inmune para causar infección crónica en el hígado. En muchos casos, esta infección se traduce en daño hepático irreversible y cáncer de hígado.
Hasta ahora, los científicos no comprendían muy bien cómo actúa el virus para evadir el sistema inmunológico e infectar al huésped de forma crónica. En el estudio, que aparece hoy en PNAS, estos investigadores desmenuzan su hallazgo.
Han descubierto un mecanismo molecular novedoso por el cual el VHC interfiere con el sistema inmunológico del huésped, para causar una infección hepática crónica. Este hallazgo abre la puerta a nuevas terapias farmacológicas.
Científicos y clínicos saben que la infección por VHC se vuelve crónica en aproximadamente el 80% de los pacientes. Existen terapias antivirales que pueden mejorar las condiciones de los pacientes, pero la enfermedad hepática y, en consecuencia, la formación de cáncer de hígado, no se mitiga lo suficiente con este enfoque terapéutico.
Por lo tanto, es importante comprender cómo el VHC logra evadir el sistema inmunológico. A nivel molecular, el VHC produce una única proteína en las células infectadas que luego se divide en 10 proteínas individuales. Una de ellas es la proteína central del VHC que, para originar una función estable, necesita la acción de una de las moléculas de la célula huésped, el SPP (Signal Peptide Peptidase).
El bloqueo de SPP da como resultado la descomposición de la proteína central del VHC y, por lo tanto, suprime la producción de partículas infecciosas de este agente patógeno. Sin embargo, hasta ahora no estaban claras las formas en que la proteína central afecta el sistema inmunológico del huésped.
Inmunoevasinas
Junki Hirano, primer autor de este trabajo, detalla que “las inmunoevasinas, que son proteínas que ayudan a los virus a evadir el sistema inmunológico del huésped, se encuentran en varios virus, como el de Epstein-Barr, el ebolavirus, el citomegalovirus y el virus de la hepatitis C”.
“Cuando las células se infectan con un virus -continúa-, degradan las proteínas virales y cargan los fragmentos en las llamadas proteínas MHC de clase I, de modo que las células inmunes específicas pueden detectar la infección viral en curso desde el exterior de las células infectadas y eliminarlas”.
“En este estudio -matiza- queríamos comprender la conexión entre la SPP y las proteínas MHC de clase I en el contexto de la infección por hepatitis C”.
Para lograr su objetivo, utilizaron una línea de células de hígado humano para entender cómo interactúan la proteína central del VHC, la SPP y las proteínas de clase I del MHC. Así, descubrieron que para permitir una respuesta inmune adecuada en las células del hígado se requiere SPP para la producción de moléculas de MHC de clase I.
En este complicado proceso comprobaron, no obstante, que en presencia de la proteína del núcleo del VHC, la SPP no puede interactuar adecuadamente con las proteínas del MHC de clase I, que luego se degradan mediante las acciones de otra molécula, la homóloga de degradación 1 de la HMG-CoA reductasa (HRD1).
Como resultado, la presentación celular de partículas virales a las células inmunes se ve afectada y la infección continúa haciéndose crónica.
Sovaldi y Harvoni, los fármacos que acaban con la hepatitis C
Posteriormente, estos investigadores se preguntaron si podría ser un mecanismo común para evadir el sistema inmunológico del huésped en otras infecciones por virus. Centraron su atención en el citomegalovirus humano (HCMV), un virus que se sabe que también daña el hígado además de otros órganos, como los ojos y el esófago.
Descubrieron que la proteína US2, producida por el HCMV, es estructuralmente similar a la proteína del núcleo del VHC e induce de manera similar la degradación de las proteínas del MHC de clase I, al dirigirse a la SPP.
Es cierto que este proceso se salpica de acrónimos que no son fáciles de entender por profanos, pero merece la pena releerlo porque se trata de un hallazgo de calado que, como reconoce el profesor Toru Okamoto, también miembro de este equipo de la Universidad de Osaka, este novedoso mecanismo molecular interfiere la respuesta inmune del huésped; esto es, de la persona infectada por esos agentes patógenos.
Con los medicamentos Sovaldi y Harvoni, este último un cocktail de fármacos, hay un antes y un después en el tratamiento de la infección por el virus C de la hepatitis.
Gilead y la industria farmacéutica innovadora, en general, tuvieron el acierto no exento de riesgo de invertir miles de millones de dólares, en la década de los noventa, para combatir a este agente patógeno.
Ahora la hepatitis C tiene curación, es cierto que a un precio alto pero también hay que reconocer que es un gasto que se paga de una vez; el paciente se cura en pocas semanas y esto, a la larga, representa un ahorro para los Sistemas de Salud.
Infección crónica por el virus de la hepatitis C
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en el mundo hay 71 millones de personas con infección crónica por el virus de la hepatitis C. De ellos, un número considerable sufrirá cirrosis o cáncer de hígado.
Este Organismo de Naciones Unidas estima que, en 2016, murieron unas 399.000 personas debido a la hepatitis C, sobre todo por cirrosis y carcinoma hepatocelular (cáncer primario del hígado).
Si bien los antivíricos pueden curar más del 95% de los casos de infección por el virus de la hepatitis C, lo que reduce el riesgo de muerte por cáncer de hígado y cirrosis, el acceso al diagnóstico y el tratamiento es limitado.
En cuanto a la transmisión del VHC, la OMS destaca que se transmite por la sangre. Generalmente la vía de transmisión es por consumo de drogas inyectables y por compartir jeringuillas; reutilización o esterilización inadecuada de material médico, sobre todo jeringas y agujas, en entornos sanitarios; transfusiones de sangre y productos sanguíneos sin analizar; o prácticas sexuales que conllevan exposición a la sangre.
El virus C de la hepatitis también se puede transmitir por vía sexual y puede pasar de la madre infectada a su hijo, aunque estas formas de transmisión son menos frecuentes.
La hepatitis C no se transmite a través de la leche materna, los alimentos o el agua, ni por contacto ocasional, por ejemplo, abrazos o besos, o por compartir comidas o bebidas con una persona infectada, siempre según la OMS.