Sobrevivir al confinamiento forzoso
La situación de confinamiento es un hecho excepcional, lo que representa un cambio no planificado del que no tenemos un repertorio de conductas adaptativas previamente definidas. Foto: Stan Madoré

La situación de confinamiento es un hecho excepcional, lo que representa un cambio no planificado del que no tenemos un repertorio de conductas adaptativas previamente definidas. Esta situación singular de incertidumbre puede generar un desajuste psicológico, un malestar que puede afectar seriamente a la salud, tanto desde una perspectiva fisiológica como mental.

La capacidad de respuesta de cada persona es un factor de protección y adaptación a este nuevo escenario, puesto que las situaciones de aislamiento pueden conllevar efectos devastadores en función de esa capacidad de respuesta al nuevo entorno.

¿Por qué evaluamos una situación de confinamiento como una amenaza? Cualquier cambio significativo en nuestra rutina habitual genera una reacción adaptativa de supervivencia.

Cada vez más, estamos viendo en nuestra sociedad cómo los años de estabilidad están rompiéndose. La inestabilidad y la incertidumbre son el contexto habitual en el que nos toca vivir. Todo ello, con cambios que se producen en un espacio de tiempo muy corto. Este nuevo contexto genera inestabilidad, miedos e inseguridades que nos afectan. La incertidumbre genera crisis, paraliza y provoca inestabilidad psicológica y colectiva.

Aislamiento forzoso o confinamiento

Las situaciones de aislamiento forzoso o confinamiento se asocian a los conceptos de incertidumbre, miedo, ansiedad, ambigüedad, soledad e incluso pánico, a esas emociones y sensaciones subjetivas de desvinculación social, de potencial pérdida de afecto y de cercanía de las personas con las que mantenemos una relación social o íntima que dan estabilidad a nuestra vida.

En este contexto de aislamiento social, se da la situación objetiva de estar en contacto mínimo con otras personas. Especialmente, sentimos el miedo a lo desconocido por estar ante un nuevo escenario en el que las dudas nos asaltan, en el que cuestionamos o podemos llegar a dudar de nuestra capacidad de supervivencia, de nuestra capacidad de afrontar situaciones y de dar respuesta a los nuevos retos que se nos puedan presentar. Porque ante estos nuevos retos no tenemos ninguna memoria de experiencias anteriores ni información de referencia de cómo actuar eficazmente.

La experiencia nos demuestra que hacer previsiones esperando que se cumplan nuestras expectativas al 100% es un error y una pérdida de tiempo, además de generar un estado de ansiedad que se retroalimenta en un círculo vicioso.

Inestabilidad del cambio no querido

Tal y como hemos señalado, nos enfrentamos a un hecho excepcional, no previsto y del que no tenemos referencias. La situación actual es un buen momento para recordar y no olvidar que, en la actualidad en España, el 43,1% de las personas de 65 o más años viven en hogares unipersonales. Entre la población anciana, el 71,9% de las mujeres refieren sentir algún tipo de soledad (INE, 2018), aumentando esta proporción a medida que avanza la edad.

Se trata pues de un fenómeno que, aunque lo vivimos de forma especial, es algo con lo que conviven cientos de miles de personas de forma habitual, lo cual nos puede hacer tomar conciencia de la situación.

Dicho esto, a modo de reflexión y subrayando la importancia que tiene desde la conciencia individual y la responsabilidad social colectiva, nos debería hacer pensar y no olvidar que esta dificultad la viven cientos de miles de personas en nuestro país, aunque muchos la vivimos ahora por primera vez como una situación de excepción.

El ser humano busca la certidumbre y evita la ambigüedad y la incertidumbre de lo desconocido o percibido como amenazante. Todos tratamos de proyectar nuestras vidas al futuro para saber qué es lo que este nos deparará y no tener excesivas sorpresas, especialmente negativas.

El ser humano trata de gestionar su vida desde lo conocido. La certidumbre, en estos casos, supone un colchón que mitiga la inestabilidad del cambio no querido o esperado y de los pensamientos sociales inadaptados que dificultan la capacidad de respuesta.

Efectos sobre la salud del confinamiento social y la soledad

El aislamiento forzado y la soledad impuesta influyen decisivamente en el bienestar y la calidad de vida, tanto física como psicológicamente. El limitar el acceso repentino a una red social satisfactoria promueve comportamientos y hábitos, en muchos casos, poco saludables, pensamientos desadaptativos y perjudiciales para la salud.

La soledad aumenta el riesgo de un amplio abanico de enfermedades y esto ocurre por la ruptura de los hábitos y repertorio de conductas que aplicamos en el día a día. La explicación fisiopatológica de este fenómeno podría ser tanto el aumento de los hábitos no saludables como las desregulaciones biológicas provocadas por la misma soledad o por el aislamiento social; aumenta el riesgo de sedentarismo, fatiga, crisis de ansiedad, miedo, una alimentación inadecuada, tabaquismo e incluso de un consumo excesivo de alcohol, afectando a la cantidad y la calidad del sueño y pudiendo llegar a generar, incluso, problemas de carácter cardiovascular.

Algunos de los mecanismos neurobiológicos que lo explican son los cambios relacionados en la respuesta al estrés y con la depresión. Por ello, es sumamente importante que las personas aisladas reciban soporte emocional, pero que también puedan ofrecerlo a otros y tener el pensamiento de utilidad.

Se hace necesario intervenir y dar apoyo a quienes lo requieran para reestructurar sus pensamientos sociales inadaptados y mejorar su repertorio de conductas afectivas. Hay que tener muy presente que el estrés debilita nuestro sistema inmunológico, células, tejidos y órganos que ayudan al cuerpo a combatir infecciones y otras enfermedades.

Efectos del pánico ante situaciones de incertidumbre colectiva

El ataque de pánico es una manifestación de miedo intenso ante la predicción o sensación de que está próximo un desastre inminente. Este fenómeno también es conocido como crisis de ansiedad y se manifiesta mediante la somatización, palpitaciones, un ritmo cardíaco acelerado, sudoración, temblores, fiebre, ahogo, dolor en el pecho, mareos, náuseas, escalofríos y sudoración, entumecimiento, alucinaciones, pérdida del control emocional, sensación de irrealidad, miedo a morir y un sinfín de síntomas anticipatorios ante la predicción de consecuencias críticas.

Cuando alguien sufre un ataque de pánico se puede sentir muy desconcertado y bloqueado y, a veces, las conductas que tomamos para intentar resolver la situación pueden empeorar el malestar o la ansiedad, a la vez que incrementan el sentimiento de indefensión o de frustración ya que la persona siente que no puede hacer nada para aliviar su malestar.

No escapa a nuestra observación que esta manifestación, cuando se presenta a nivel colectivo, se convierte en un auténtico problema social. De ahí la importancia, en situaciones de crisis, de prevenir los contextos de pánico.

La correcta gestión de la comunicación, el apoyo social y el acompañamiento que dan los mensajes con credibilidad, favorecen la capacidad de afrontar situaciones percibidas como críticas por los diferentes sujetos, entendiendo que cada uno lo interioriza de una forma diferente.

Estrategias para combatir el confinamiento forzoso

El miedo a lo desconocido hace pensar, en muchos casos, que el supuesto problema justifica una respuesta dramática. El pánico es un estado subjetivo, emocional y lo que podemos observar en realidad es el comportamiento, por lo que es fundamental evitar y controlar las situaciones de pánico, ya que están alimentadas por la ansiedad y la disposición a hacer todo lo posible para calmar los temores. Estas conductas ayudan a las personas a sentir que pueden tener el control de la situación.

Ser mentalmente fuertes y estar preparados ayuda, pero no debemos subestimar el poder de nuestra mente. La situación de confinamiento en un lugar de dimensiones limitadas durante varios días o meses puede generar problemas de carácter psicológico. Las personas tenemos la necesidad de hacer algo que sea proporcional a lo que percibimos que es el nivel de la crisis.

Para afrontar eficazmente esta situación, se hace fundamental:

  • Evitar la sobreinformación continua y sistemática, puesto que puede generar unos niveles de ansiedad que se retroalimentan y la alarma se incrementa.
  • Establecer una rutina personal e imponer orden y estructura a este nuevo escenario.
  • Debemos tener un pensamiento de agradecimiento y generosidad con lo que tenemos y con lo que podemos hacer desde nuestra condición.
  • Evitar cualquier pensamiento anticipatorio negativo. Es fundamental verbalizar pensamientos positivos, puesto que todo esto influye en la salud y la motivación personal.
  • Probablemente vamos a tener que convivir con mayor interacción entre personas: hay que ser especialmente amable, evitar la confrontación, relativizar y mantener discursos positivos y de apoyo colectivo.
  • Tener la conciencia clara de que toda situación de crisis tiene un final.
  • Debemos centrarnos no en que no nos dejan salir, sino en que, gracias a nuestro compromiso y esfuerzo personal estamos haciendo un bien para los nuestros y la sociedad.
  • Enfocarnos en que, aunque es difícil, quedándonos en esta situación de confinamiento, estamos contribuyendo a salvar vidas.
  • La tecnología puede ser nuestro gran aliado, puede mantener la comunicación con nuestras personas próximas y relacionarnos socialmente.
  • Disponer de tiempo es una gran oportunidad para hacer las cosas para las que nunca tenemos tiempo.
  • Realizar ejercicios de mantenimiento físico todos los días al menos diez minutos.
  • Disciplina, pensamiento positivo y focalizar el esfuerzo con objetivos en presente y en el futuro.
  • Es responsabilidad nuestra ser fuertes y ayudar a los que verdaderamente necesitan más ayuda que nosotros.
  • Desterrar el miedo y afrontarlo con actividad y pensamientos positivos y acción.
  • Asumir el liderazgo de automotivarnos y motivar a los demás con verbalizaciones positivas.

Es fundamental para adaptarnos a esta nueva situación con cierto grado de serenidad y aceptación de la situación no tener prisa en el proceso, puesto que nuestro cerebro tiene que reordenar y adaptarse a este nuevo contexto de confinamiento.

El apoyo social es clave para las personas en situaciones más críticas. Los pensamientos inadaptados van a dificultar la capacidad de respuesta ante esta nueva situación. El aislamiento forzado y la soledad impuesta influyen decisivamente en el bienestar, la salud y la calidad de vida, tanto física como psicológicamente, por lo que afrontar la realidad con un enfoque positivo es clave para disminuir su impacto en nuestra salud, en nuestras emociones y en el control de nuestros pensamientos.

“El futuro recompensa a los que siguen adelante. No tengo tiempo para sentir pena por mí mismo. No tengo tiempo para quejarme. Voy a seguir adelante”. Barack Obama

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