
La enfermedad autoinmune esclerosis múltiple (EM) puede adoptar variedad de cursos, por lo que determinar el estado actual y su futuro es importante para frenarlos. Ahora, un equipo de neurocientíficos suizos de la Universidad de Basilea presenta un biomarcador cuyos valores en sangre permiten esas predicciones.
En las páginas de JAMA Neurology se confirma en un estudio, con 355 pacientes de esta enfermedad autoinmune y 259 controles sanos, que las concentraciones séricas de proteína ácida fibrilar glial (sGFAP) y la cadena ligera de neurofilamento (sNfL) se asocian fuertemente con la progresión de la enfermedad. Este hallazgo tiene, en opinión de estos científicos suizos, implicaciones clínicas para el tratamiento de estos pacientes y el desarrollo de nuevos fármacos.
Como explica el profesor Jens Kuhle, primer autor de este estudio, se centraron en un componente celular que se puede medir en la sangre y es característico de los astrocitos. Estas células cerebrales desempeñan un papel clave en los procesos de EM, que pueden provocar, por ejemplo, parálisis e incapacidad permanentes. El nivel en sangre de este componente celular, denominado proteína ácida fibrilar glial (GFAP), aumenta cuando los astrocitos se activan o dañan.
Ahora, Kuhle y su equipo demuestran que los niveles sanguíneos elevados de GFAP pueden indicar la progresión actual y futura de la enfermedad. Sus resultados se basan en datos, entre otros, de la Cohorte Suiza de Esclerosis Múltiple.
En un corto espacio de tiempo, este equipo de investigadores ha presentado un segundo biomarcador que puede apoyar las decisiones de terapia en esclerosis múltiple.
El año pasado demostraron que algunas personas con un curso de la enfermedad aparentemente estable tenían niveles sanguíneos elevados del biomarcador de la cadena ligera del neurofilamento (NfL); esto es, de daño neuronal.
Un segundo biomarcador para esclerosis múltiple
Estas personas tenían una probabilidad significativamente mayor de presentar síntomas causados por la EM en el año siguiente. Dado que NfL predice con sensibilidad la actividad de la enfermedad en una etapa temprana, a estos pacientes ahora se les puede tratar de una manera más específica y proactiva.
Comparado con NfL, el biomarcador sanguíneo GFAP permite obtener conclusiones sobre un aspecto diferente de la compleja fisiopatología de la esclerosis múltiple. Aunque los valores elevados de NfL en sangre indican daño neuronal, GFAP en sangre indica específicamente procesos de enfermedad crónica en los que están involucrados los astrocitos y que contribuyen a la discapacidad progresiva gradual.
Para el profesor Kuhle, “GFAP y NfL se complementan entre sí. Pueden ayudarnos a hacer que la terapia para la EM sea más personalizada y con visión de futuro”. Este investigador es colaborador asiduo de diversas instituciones académicas internacionales, entre ellas las universidades de San Francisco (EE UU), Münster (Alemania) y Oxford (Gran Bretaña).
Desde hace tiempo trabaja, como especialista en medicina traslacional, en el área de las enfermedades inflamatorias y degenerativas del Sistema Nervioso Central (SNC), con un enfoque en la esclerosis múltiple y el Estudio de Cohorte Suizo de Esclerosis Múltiple (SMSC).
Por último, recordar que Swiss MS Cohort (SMSC), iniciada y gestionada desde Basilea desde 2012, es una de las bases de datos internacionales más completas para la investigación clínica de la esclerosis múltiple.
Incluye datos de más de 1.600 pacientes de ocho centros suizos. Ofrece información de más de 13.000 visitas realizadas de forma estandarizada y de casi un millar de posibles recaídas de EM. También incluye alrededor de 8.000 exámenes de resonancia magnética estandarizados y evaluados.