
Los sobrevivientes de la peste negra, hace 700 años, tenían una diferencia genética que ahora ha sido identificada por científicos norteamericanos y franceses, tras analizar el ADN de restos óseos de personas que murieron antes, durante y después de esa pandemia producida por la bacteria Y. pestis, que mató a la mitad de la población, aproximadamente, de Europa, África y Asia.
Esa diferencia génica, respaldada por estos datos genómicos antiguos, confirman -según dice el estudio de estos investigadores que difunde Nature-, que los candidatos más fuertes para la selección positiva están directamente involucrados en la respuesta inmune a Y. pestis usando datos funcionales de experimentos de infección in vitro.
“En términos más generales -añade este trabajo-, nuestros resultados destacan la contribución de la selección natural a la susceptibilidad actual a las enfermedades autoinmunes e inflamatorias crónicas”.
La primera pandemia de peste registrada comenzó con la peste de Justiniano en el año 541 d. C. Casi 800 años después, la peste negra (1346-1350) marcó el comienzo de la segunda pandemia de peste, que se extendió por Europa, Oriente Medio y el norte de África, reduciendo la población hasta en un 30 a 50%.
Este equipo de científicos que ha analizado ADN de restos óseos, explica en su trabajo que “sin una exposición reciente a la peste, los europeos que vivieron la peste negra probablemente representaron poblaciones inmunológicamente ingenuas con poca o ninguna adaptación previa a Y. pestis. La alta tasa de mortalidad sugiere que las variantes genéticas que conferían protección contra la infección por Y. pestis podrían haber estado bajo una fuerte selección durante este tiempo”.
Adaptación génica humana a ‘Y. pestis’
A renglón seguido subrayan que, “de hecho, los brotes de peste de casi una década durante los siguientes cuatrocientos años de la segunda pandemia en Europa a menudo (pero no siempre) se asociaron con tasas de mortalidad reducidas, que podrían deberse a la evolución de patógenos o prácticas culturales cambiantes, pero potencialmente también vinculado a la adaptación genética humana a Y. pestis”.
Una de las afirmaciones de mayor relieve de este estudio es que los mismos genes que alguna vez confirieron protección contra la peste negra están en la actualidad asociados con una mayor susceptibilidad a enfermedades autoinmunes como la de Crohn y la artritis reumatoide.
Estos hallazgos son el resultado de siete años de trabajos protagonizados por Jennifer Klunk, entonces en el Centro de ADN Antiguo de la Universidad canadiense McMaster y ahora en Daicel Arbor Biosciences, y Tauras Vigylas, de la Universidad de Chicago, que permitieron una mirada sin precedentes a los genes inmunes de las víctimas de la peste negra.
El equipo se centró en una ventana de 100 años antes, durante y después de la peste negra, que llegó a Londres a mediados del siglo XIII. Sigue siendo el mayor evento de mortalidad humana en la historia registrada, matando a más del 50% de las personas en lo que entonces eran algunas de las partes más densamente pobladas del mundo.
Los científicos extrajeron y analizaron más de medio millar de muestras de ácido desoxirribonucleico (ADN) antiguo de los restos óseos de personas de Londres que habían muerto antes de la peste, por su causa o sobrevivieron a ella, incluyendo restos enterrados en los pozos de peste de East Smithfield, utilizados para entierros masivos en los años 1348 y 1349. También analizaron muestras adicionales de restos óseos, enterrados en otros cinco lugares de Dinamarca.
Genes de protección frente a la peste negra

Con todo ello, consiguieron identificar cuatro genes que estaban bajo selección, involucrados en la producción de proteínas que defienden nuestro sistema inmune de los patógenos invasores. Así, encontraron que versiones de esos genes protegían o volvían susceptibles a la peste negra.
Estos científicos localizaron dos variantes del gen ERAP2, que se diferencian por una única letra en el código genético. Sin embargo, esta diferencia tuvo un gran impacto en la inmunidad.
Aquellos individuos que heredaron dos copias de la variante de la proteína completa tenían el doble de probabilidades de haber sobrevivido a la peste negra que los que heredaron la variante que formaba la versión manipulada.
Como se indica líneas arriba, los europeos que vivían en la época de la peste negra eran, inicialmente, muy vulnerables porque no habían estado expuestos a la bacteria Yersinia pestis. A medida que las olas de la pandemia ocurrieron una y otra vez durante los siglos siguientes, las tasas de mortalidad disminuyeron.
Luis Barreiro, profesor de Genética en la Universidad de Chicago y uno de los autores de este estudio, asegura que “la ventaja selectiva asociada con los loci seleccionados se encuentra entre las más fuertes jamás reportadas en humanos, lo que demuestra cómo un solo patógeno puede tener un impacto tan fuerte en la evolución del sistema inmunológico”.
Con el tiempo, nuestro sistema inmunológico ha evolucionado para responder de diferentes maneras a los patógenos, hasta el punto de que lo que alguna vez fue un gen protector contra la peste en la Edad Media, hoy se asocia con una mayor susceptibilidad a las enfermedades autoinmunes.