
Un equipo interdisciplinar de científicos de la Universidad de Cornell, en Nueva York, ofrece las primeras pruebas de que el sentido del olfato en perros está integrado con su visión y otras partes únicas del cerebro. Así, arrojan luz sobre cómo experimentan y navegan por el mundo.
La profesora de veterinaria Philippa Johnson, autora principal del estudio que difunde JNeurosci, reconoce que nunca antes habían visto “esta conexión entre la nariz y el lóbulo occipital, funcionalmente la corteza visual en los perros, en ninguna especie».
Este trabajo examinó una cohorte de caninos mesaticefálicos de sexo mixto y utilizó resonancia magnética de difusión (DTI) para mapear las conexiones desde el bulbo olfativo a otras regiones corticales del cerebro.
Los resultados se validaron utilizando el método de disección de Klingler. Así, identificaron una vía extensa compuesta por cinco tractos de sustancia blanca que conectan con el lóbulo occipital, el tracto espinal cortical, el sistema límbico, el lóbulo piriforme y la vía entorrinal.
Esta es la primera documentación de una conexión directa entre el bulbo olfativo y el lóbulo occipital en cualquier especie y es un paso hacia una mayor comprensión sobre cómo el perro integra los estímulos olfativos en su función cognitiva.
“Cuando entramos en una habitación -dice Johnson- usamos principalmente nuestra visión para determinar dónde está la puerta, quién está en la habitación, dónde está la mesa. Mientras que en los perros, este estudio demuestra que el olfato realmente se integra con la visión en términos de cómo aprenden sobre su entorno y se orientan en él”.
Este equipo encontró conexiones, donde el cerebro procesa la memoria y la emoción, similares a las de los humanos, así como otras conexiones nunca antes documentadas con la médula espinal y el lóbulo occipital, que no se encuentran en las personas.
Conexión directa entre olfato y vista en perros
El estudio corrobora sus experiencias clínicas con perros ciegos. “Pueden jugar a buscar y navegar por su entorno mucho mejor que los humanos con la misma condición. Saber que existe una autopista de información que va entre esas dos áreas podría ser muy reconfortante para los dueños de perros con enfermedades oculares incurables», matiza esta investigadora.
Asimismo, la identificación de nuevas conexiones en el cerebro también formula nuevos interrogantes para los científicos. «Visualizar esta variación nos permite ver lo que es posible en el cerebro de los mamíferos y preguntarnos si tal vez tengamos una conexión vestigial entre esas dos áreas de cuando éramos más parecidos a los simios”.
El laboratorio de la profesora Johnson, en la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Cornell, se centra principalmente en el desarrollo de métodos avanzados de neuroimagen. Aplican técnicas de imagen por resonancia magnética (IRM) de última generación en la evaluación del cerebro animal, para avanzar en el conocimiento de la neuroanatomía y la neuropatología.
El objetivo es mejorar el diagnóstico y la comprensión de las enfermedades del cerebro y la médula espinal en perros, gatos y caballos.
Así, trabajan en la identificación de biomarcadores de IRM para la mielopatía degenerativa canina y también para mejorar nuestra capacidad de comprender y diagnosticar la epilepsia.
El equipo de la profesora Johnson trabaja ya en el estudio de la estructura del sistema olfativo en los cerebros de gatos y caballos, lo que se alinea con los objetivos más amplios de su programa de investigación: aprovechar las técnicas de imagen más avanzadas, que se usan comúnmente en la investigación clínica humana, para comprender mejor la fisiología y las enfermedades del cerebro de los mamíferos.