
Los factores de riesgo de obesidad de origen familiar se asocian con cambios en la función del cerebro, según las conclusiones de un trabajo que han llevado a cabo investigadores de la Universidad finlandesa de Turku, dirigidos por el doctor Tatu Kantonen.
Los resultados demuestran que la función de las redes neuronales que regulan la saciedad y el apetito muestra alteraciones antes de que una persona desarrolle obesidad.
Es bien sabido que la obesidad se relaciona con cambios en la sensibilidad a la insulina del cerebro, así como en la función de los neurotransmisores. Estos cambios pueden explicar el aumento del apetito y comer en exceso.
Sin embargo, hasta ahora no se ha determinado si estas alteraciones son visibles en el cerebro antes de que una persona desarrolle obesidad y si aumentarían el riesgo de obesidad futura, como recuerda el doctor Kantonen.
En este estudio, que aparece en International Journal of Obesity, se analizaron los cambios en el cerebro antes de la obesidad mediante el estudio de la función de la insulina, los opioides y los cannabinoides a través de imágenes obtenidas con Tomografía por Emisión de Positrones (PET).
Aunque el número de voluntarios (41 hombres jóvenes no obesos con un número variable de riesgo de obesidad) no es alto, los resultados son muy significativos.
Cerebro y SNC, objetivos para tratar la obesidad
Así, en los resultados figura que los factores de riesgo relacionados con la familia, como la obesidad o la diabetes de los padres, se asociaron con una señalización alterada de la insulina en el cerebro del individuo, así como con una función reducida de los sistemas opioide y cannabinoide.
Estos investigadores concluyen que la alteración en las redes neuronales que controlan la saciedad y el apetito ya se puede observar antes de que una persona desarrolle obesidad, y estos cambios cerebrales se relacionan con factores de riesgo de obesidad relacionados con la familia.
“Demostramos que el cerebro y el sistema nervioso central (SNC) son objetivos importantes en el tratamiento de la obesidad”, puntualiza el doctor Kantonen.
Cabe recordar que este científico publicó en agosto pasado un trabajo en Translational Psychiatry, titulado Los sistemas de receptores de opioides μ y CB1 cerebrales tienen funciones distintas en la conducta alimentaria humana.
Desde 1975, la obesidad prácticamente se ha triplicado en todo el mundo y en 2016 la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimaba en más de 1.900 millones los adultos mayores de 18 años que tenían sobrepreso. De esta cifra, unos 650 millones eran obesos.
A estas alarmantes cifras hay que añadir que, hace cinco años, la OMS cifraba en 41 millones los niños menores de cinco años con sobrepeso y obesidad y 350 millones de niños y adolescentes entre 5 y 19 años también con sobrepeso y obesidad.
Obesidad infantil
El índice de masa corporal (IMC) es un indicador simple de la relación entre el peso y la talla que se utiliza frecuentemente para identificar el sobrepeso y la obesidad en los adultos. Se calcula dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla en metros (kg/m2).
En el caso de los adultos, la OMS define el sobrepeso y la obesidad de esta forma: sobrepeso, IMC igual o superior a 25 y obesidad, un IMC igual o superior a 30.
El IMC proporciona la medida más útil del sobrepeso y la obesidad en la población, pues es la misma para ambos sexos y para los adultos de todas las edades. Sin embargo, hay que considerarla como un valor aproximado porque puede no corresponderse con el mismo nivel de grosor en diferentes personas. La obesidad infantil se asocia con una mayor probabilidad de obesidad, muerte prematura y discapacidad en la edad adulta.
Además, los niños obesos sufren dificultades respiratorias, mayor riesgo de fracturas e hipertensión, y presentan marcadores tempranos de enfermedades cardiovasculares, resistencia a la insulina y efectos psicológicos.
Ya para terminar, recordar que la OMS destaca que la industria alimentaria puede desempeñar un papel importante en la promoción de dietas sanas reduciendo el contenido de grasa, azúcar y sal de los alimentos procesados; asegurando que las opciones saludables y nutritivas estén disponibles y sean asequibles para todos los consumidores; limitando la comercialización de alimentos ricos en azúcar, sal y grasas, sobre todo los alimentos destinados a los niños y los adolescentes y garantizando la disponibilidad de opciones alimentarias saludables y apoyando la práctica de actividades físicas periódicas en el lugar de trabajo.