
Un estudio de la Universidad Johns Hopkins, en Maryland (EE UU), concluye que hasta al 30% de los pacientes con degeneración macular húmeda se les puede dejar de aplicar inyecciones en los ojos de manera segura. Estos investigadores trabajan en una prueba sencilla que identifique a quienes pueden interrumpir esta terapia.
En un trabajo preliminar con un total de 106 voluntarios diagnosticados con degeneración macular asociada con la edad, un equipo de científicos y clínicos de la Universidad Johns Hopkins Medicine destacan que hasta un tercio de las personas con la enfermedad retiniana que causa ceguera algún día podrían detener la terapia de inyección en el ojo, sin pérdida adicional de la visión.
Los hallazgos no alcanzan a establecer un cronograma para finalizar el tratamiento o predecir con precisión qué pacientes pueden dejar de inyectarse, pero subrayan que los resultados se suman a la creciente evidencia de que muchas personas con esta enfermedad pueden no necesitar la medicación de por vida que se recomienda actualmente.
Los resultados también apuntan a proteínas específicas producidas en diferentes niveles en los ojos de quienes suspendieron la terapia, lo que puede conducir al desarrollo de una prueba para identificar con precisión quién puede abandonar la medicación.
El profesor de Oftalmología Akrit Sodhi, de la Johns Hopkins y del Wilmer Eye Institute, autor de este trabajo que aparece en Journal of Clinical Investigation, asegura que “una prueba de este tipo podría permitirnos decirles a los pacientes cuándo pueden abandonar el tratamiento”.
Degeneración macular húmeda
La degeneración macular relacionada con la edad (DMAE) es la causa más común de pérdida de visión entre las personas de 50 años o más. La mayoría de este colectivo que pierden la visión debido a esta afección tienen la forma húmeda, caracterizada por el crecimiento anormal de vasos sanguíneos que filtran fluidos dañinos a los tejidos sensibles a la luz del ojo.
El tratamiento de la DMAE húmeda requiere inyecciones mensuales o bimensuales de medicamentos llamados anti-VEGF, o factor de crecimiento endotelial antivascular, en el ojo.
Los agentes anti-VEGF pueden ralentizar o detener el crecimiento de los vasos sanguíneos con fugas y, en la mayoría de los casos, evitar con eficacia una mayor pérdida de la visión.
Sin embargo, la necesidad de regresar a la consulta médica cada mes para recibir inyecciones es una barrera común para la atención entre los pacientes, lo que lleva a la pérdida de tratamientos y al posible empeoramiento de la visión.
En su trabajo, el profesor Sodhi y su equipo analizaron los resultados del tratamiento de 106 personas con degeneración macular húmeda relacionada con la edad a quienes trató en el Wilmer Eye Institute, entre los años 2013 y 2020.
Cada paciente se había sometido a un cronograma personalizado de inyecciones anti-VEGF en el que el equipo de científicos monitoreaba la respuesta a la terapia y determinaba si los pacientes necesitaban otra inyección en cada visita o si podían entrar en una pausa de tratamiento en la que se suspendía la inyección, a menos que hubiera evidencia de nueva actividad de la enfermedad.
Los ojos sin tratamiento que no mostraron signos de acumulación de líquido o pérdida progresiva de la visión después de al menos 30 semanas de seguimiento se consideraron retirados de manera segura de la terapia anti-VEGF.
Pausas en el tratamiento
Como se destaca en el estudio, al cabo de un año, hasta un tercio de los pacientes habían interrumpido los tratamientos anti-VEGF en, al menos, un ojo. Esto se tradujo en 38 de 122 (31%) de los ojos tratados. Un porcentaje menor de ojos todavía requirió inyecciones mensuales, lo que equivale a tratamientos para 21 de 122 (17%) ojos de pacientes.
La otra mitad de los pacientes necesitó tratamiento cada 6 a 12 semanas; a un grupo de estos pacientes finalmente también se les retiró del tratamiento al final del segundo año.
Los pacientes que suspendieron los tratamientos anti-VEGF en al menos un ojo mostraron mejor resultado, con menos líquido y una mejor visión, en comparación con aquellos que requirieron inyecciones continuas para mantener su visión.
El profesor Sodhi subraya que, en general, “los pacientes que pudieron entrar en una pausa de tratamiento obtuvieron los mejores resultados a pesar de que no estaban recibiendo medicamentos anti-VEGF. Tenían mejor agudeza visual, mejor ganancia de visión y menos líquido en la retina”.
Posteriormente, los investigadores buscaron biomarcadores que pudieran demostrar qué cualidades distinguían a estos pacientes de aquellos que requerían inyecciones mensuales para mantener su visión.
Antes de comenzar el tratamiento con la terapia anti-VEGF, el equipo del profesor Sodhi recolectó pequeñas cantidades de líquido de los ojos de algunos de los pacientes y continuó recogiendo muestras en visitas posteriores a la clínica.
En los fluidos, los investigadores encontraron diferencias en las cantidades de 172 proteínas entre los pacientes que pudieron suspender los tratamientos en comparación con los que requirieron un tratamiento mensual.
Biomarcadores en degeneración macular
En un experimento de prueba de concepto, los investigadores eligieron una de las 172 proteínas para investigar más a fondo, la apolipoproteína B100, que otros estudios habían demostrado que es una parte importante de las drusas, el material que se acumula debajo de la retina en todos los pacientes con DMAE, y se pensó para promover cambios tempranos en la seca.
Así, encontraron que la apolipoproteína B100 estaba presente en niveles mucho más altos en los ojos de los pacientes que habían dejado el tratamiento anti-VEGF. Además, observaron que los niveles de esta proteína eran más altos en los pacientes que no desarrollaron AMD húmeda en comparación con los pacientes que sí la desarrollaron. Los investigadores plantearon la hipótesis de que esta proteína podría ayudar a proteger a los pacientes de desarrollar AMD húmeda.
A continuación, llevaron a cabo una serie de pruebas en animales de laboratorio. Concretamente, produjeron en las retinas de ratones un crecimiento anormal de vasos sanguíneos similar al observado en humanos con degeneración macular.
Los ratones modificados genéticamente con niveles elevados de apolipoproteína B100 tenían menos crecimiento anormal de vasos sanguíneos en la retina que aquellos con niveles más bajos de esta proteína, lo que sugiere que la proteína tiene un efecto protector contra el trastorno de la retina.
En opinión del profesor Sodhik, potencialmente hay otras proteínas entre las 172 que podrían usarse como biomarcadores para predecir la respuesta a las terapias anti-VEGF. Algunas de estas proteínas podrían usarse para desarrollar nuevos tratamientos para la degeneración macular.
No obstante, “se deben realizar ensayos clínicos aleatorios en un gran grupo de pacientes con degeneración macular húmeda antes de que se puedan desarrollar recomendaciones más amplias sobre la pausa de las terapias anti-VEGF”, agrega Sodhi.