
Expertos en biología evolutiva del Instituto Max Plank y de la Universidad de Tübingen (Alemania), así como de la Universidad de Pekin (China), han llevado a cabo el primer análisis genómico a gran escala que documenta las migraciones de cazadores-recolectores de la Edad de Hielo durante un periodo de 30.000 años. Se refugiaron en Europa occidental pero se extinguieron en la península italiana, destaca una de las conclusiones de estos científicos.
Sandra Jacob, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, Cosimo Posth, del Center for Human Evolution and Paleoenvironment, de la Universidad de Tübingen, y He Yu, de la Universidad de Pekin, firman un estudio que aparece hoy en las páginas de Nature. También ha participado en esta investigación el profesor Johannes Krause, del Max Planck.

En total, los investigadores analizaron los genomas de 356 cazadores-recolectores prehistóricos de diferentes culturas arqueológicas, incluidos nuevos conjuntos de datos de 116 individuos procedentes de 14 países diferentes de Europa y Asia Central.
Los humanos modernos comenzaron a extenderse por Eurasia hace unos 45.000 años, pero trabajos anteriores demostraron que los primeros que llegaron a Europa no contribuyeron a las poblaciones posteriores.
Este estudio, como indican sus autores, se centra en aquellos que vivieron hace entre 35.000 y 5.000 años y que son, al menos parcialmente, los ancestros de la población actual de Eurasia Occidental, incluyendo -por primera vez- los genomas de personas que vivieron durante la Última Máximo Glacial (LGM), la fase más fría de la última Edad de Hielo; hace unos 25.000 años.
Estos científicos reconocen que se sorprendieron cuando descubrieron que las poblaciones de diferentes regiones asociadas con la cultura gravetiense, que se extendió por todo el continente europeo hace entre 32.000 y 24.000 años, no estaban estrechamente relacionadas entre sí.
Cultura arqueológica común
Sí estaban unidos por una cultura arqueológica común: usaban armas similares y producían arte portátil similar. Sin embargo, genéticamente, las poblaciones del oeste y suroeste de Europa (actuales Francia y Península Ibérica) diferían de las poblaciones contemporáneas del centro y sur de Europa (actual Italia y República Checa).

Además, el acervo genético de las poblaciones gravetienses occidentales se encuentra de forma continua durante al menos 20.000 años: sus descendientes, asociados con las culturas solutrense y magdaleniense, permanecieron en el suroeste de Europa durante el período más frío de la última Edad de Hielo (entre 25.000 y 19.000 años atrás).
Posteriormente, se extendieron hacia el noreste al resto de Europa. El profesor Posth hace hincapié en que, “por primera vez, podemos respaldar directamente la hipótesis de que, durante la LGM, la gente encontró refugio en la región climáticamente más favorable del suroeste de Europa”. Las poblaciones de cazadores-recolectores asociadas con la cultura gravetiana y que viven en el centro y sur de Europa ya no se detectarán genéticamente después del LGM.
En cambio, las personas con un nuevo acervo genético se asentaron en estas áreas. “Encontramos que los individuos asociados con una cultura posterior, el epigravetiense, son genéticamente distintos de los habitantes anteriores del área», explica el profesor He Yu. «Presumiblemente -añade-, vinieron de los Balcanes, llegaron primero al norte de Italia en la época del máximo glacial y se extendieron por todo el sur, hasta Sicilia».
Los genomas analizados en este trabajo también demuestran que los descendientes de estos habitantes epigravetienses de la península itálica se extendieron por el resto de Europa hace unos 14.000 años, reemplazando a poblaciones asociadas a la cultura magdaleniense. Estos investigadores describen un reemplazo génico a gran escala que pudo causarse, en parte, por los cambios climáticos que les obligaron a migrar.
Poblaciones de la Edad de Hielo
“En ese momento, el clima se calentó rápidamente y los bosques se extendieron por todo el continente europeo. Esto puede habeles llevado del sur a expandir su hábitat. Los habitantes anteriores pudieron emigrar al norte a medida que su hábitat, la estepa mamut, disminuía”, reflexiona Johannes Krause, autor principal del estudio.
Además, los hallazgos demuestran que, durante más de 6.000 años, no hubo intercambio genético entre las poblaciones contemporáneas de cazadores-recolectores en Europa occidental y oriental.
Las interacciones entre personas de Europa central y oriental solo se pueden volver a detectar desde hace 8.000 años. «En ese momento, los cazadores-recolectores con distintas ascendencias y apariencias comenzaron a mezclarse entre sí. Eran diferentes en muchos aspectos, incluido el color de la piel y los ojos«, matiza el profesor He Yu.
Durante este tiempo, la agricultura y el sedentarismo se extendieron desde Anatolia a Europa. En este punto, Krause reconoce que “es posible que la migración de los primeros agricultores a Europa provocara la retirada de las poblaciones de cazadores-recolectores hacia el extremo norte de Europa. Al mismo tiempo, estos dos grupos comenzaron a mezclarse entre sí y continuaron haciéndolo durante unos 3.000 años”.
Por último, el profesor Posth asegura que “los datos que obtuvimos de este estudio ofrecen información asombrosamente detallada sobre los desarrollos y encuentros de los grupos de cazadores-recolectores de Eurasia Occidental. Más investigaciones interdisciplinarias aclararán qué procesos exactos fueron responsables de los reemplazos genéticos de poblaciones enteras de la Edad de Hielo”.