
Desde el siglo II de la era cristiana, la medicina de Occidente se ha alimentado ideológicamente del saber y de la experiencia del polémico y prestigioso Claudio Galeno de Pérgamo (130/1-200/1 d. C.). No en vano, galeno es una forma popular y antigua de nombrar a los médicos. Dentro de la vasta obra galénica conservada, aunque incompleta (custodiada en la Biblioteca Nacional de Francia), destaca su aportación al conocimiento de la anatomía.
No es casual que una de las principales actividades del pergameno fuera atender -en su calidad de mēdīcus vulnerarius, es decir, de cuidador o sanador de golpes, heridas y fracturas- a los gladiadores machacados en las encarnizadas luchas en el Coliseo. Galeno también fue el médico de cabecera de la familia imperial (Marco Aurelio Antonino, su esposa Faustina y su mal hijo y peor heredero Lucio Aurelio Cómodo).

El estudio anatómico del cuerpo humano ha sido un asunto tabú durante muchos siglos. Ha estado prohibido en diferentes épocas y culturas. Razón por la que se recurrió al tan familiar cerdo (Sus scrofa) y a otros animales (primates no humanos y mamíferos inferiores). Pero los cerdos no gustan a todos. Por ejemplo, a dos de las grandes religiones monoteístas: las que adoran a Yahvé y a Alá. Sus seguidores en la Tierra consideran al cerdo un animal sucio, pecaminoso, prohibido. Son pueblos porcófobos o cerdófobos mientras que los cristianos son porcófilos o cerdófilos que consumen el cerdo como alimento, además de utilizarlo para el estudio de la anatomía.
Un hecho relevante porque, como se suele decir desde hace centurias (siglo XII), quizá un tanto a la ligera, la iglesia católica prohibió la realización de cirugía y de estudios anatómicos en los humanos vivos y en los muertos (autopsias). Una circunstancia que obligó a recurrir al puerco, tan parecido anatómicamente al porquero, como demostró Galeno en sus disecciones. La experiencia galénica fue un dogma hasta la llegada de Andrés Vesalio (1514-1564), cuyas investigaciones en humanos dejó muy documentada en su extraordinaria obra De humani corporis fabrica liber septem. Y acabó con el poder anatómico de Galeno.
La Iglesia aborrece a los vagos
Como causa de la supuesta prohibición eclesial del estudio del cuerpo humano se cita el lema conminatorio Ecclesia abhorret a sanguine (la iglesia aborrece la sangre). No es este el momento ni el lugar para analizar tan complejo como interesante asunto. Se puede asegurar que se trata de una de las grandes mentiras (o errores) mantenidas en el tiempo por los que podemos llamar ignorantes perdurables, adoptando la expresión que fray Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) dejó en sus Cartas eruditas y curiosas. Causas del atraso que se padece en España en orden a las Ciencias Naturales (Tomo II, carta XVI).
Los jerarcas eclesiásticos de entonces, como buenos pastores de sus rebaños, trataban de evitar o contrarrestar algunos pecados (codicia, lujuria, gula) de los clérigos de base. En el ámbito del pecado entraban, además de los anteriores deslices, la conveniencia de no lucrarse y no ejercer ciertas actividades (la vulgar cirugía propia de barberos, celadores de baños, charlatanes nómadas y capadores de puercos), prestezas para cuyo ejercicio reglado el clero de tropa no estaba preparado. Tampoco tenía autorización de los superiores de mitra, báculo y solideo.
La vieja ‘notomía’
Los estudios anatómicos en humanos se vienen haciendo, de un modo medianamente reglado, desde el tiempo de los griegos. Aproximadamente desde el siglo III a. C. Se cita a Herófilo de Calcedonia (c. 335-280 a. C) como el primer anatómico de la historia. En la Roma imperial brilló Galeno. Tal vez algunos desconocen, sin ser ignorantes perdurables, que los estudios anatómicos galénicos no se hicieron en cuerpos humanos, sino en cerdos.
El cerdo es el mejor amigo del hombre. Don Gregorio Marañón homenajeó al mamífero suido en su ensayo El dogmatismo en la alimentación. Desagravio al cerdo (incluido en La medicina y nuestro tiempo. Colección Austral, 1969). A lo largo de la historia, como enseñó el maestro, el cerdo ha salvado más vidas que la penicilina. ¿Cómo no amar a este tótem gastronómico y cultural tan unido al devenir de los humanos? Hablo de amor al todo, no solo al pernil o su secreto, la pluma o el lagarto, piezas antaño plebeyas y hoy ennoblecidas por la alta cocina.
De la matanza familiar a la manipulación de genes
En la década de los noventa del pasado siglo, Francisco J. Mojica, un microbiólogo español afincado ahora en la Universidad de Alicante hizo una aportación histórica: inventó un método llamado Crispr/Cas9 de manipulación o edición genética. Crispr/cas9 (en adelante, Crisp) son las siglas en inglés de repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente interespaciadas asociadas a la proteína 9.

Crispr es una herramienta extraordinaria: permite cortar y pegar genes. A efectos divulgativos se conoce como tijera genética. La novedosa metodología abrió un campo enorme de posibilidades. El premio Nobel de Química del año 2020 lo recibieron las investigadoras Doudna y Emmanuelle por sus trabajos con Crispr. Por esas cosas que pasan con el Nobel, nadie se acordó de su inventor.
La primitiva herramienta Crispr permitió en un principio cortar y pegar un solo gen. A efectos de comparación métrica, el genoma del coronavirus pandémico vigente tiene once genes y el genoma humano en torno a 20.000-25.000. Pero en pocos años, se mejoró la técnica lo que permitió modificar 62 genes en las células porcinas con un solo corte Crispr.
El cerdo donante
Mientras que algunos investigadores se dedicaban a ver cómo quitar y añadir genes a los genomas (edición genética), otros buscaban la forma de conseguir órganos de animales (clonación) para trasplantar a humanos (xenotrasplantes: trasplantes entre especies filogenéticamente distintas) en el futuro. Los primeros experimentos se hicieron (y siguen haciéndose) en animales inferiores: cobayas, ratas, ratones, babuinos, chimpancés y cerdos. En cuanto al cerdo, sus órganos (corazón, riñones, islotes de células pancreáticas, hígado) son los más utilizados. La razón es que la anatomía y la fisiología del cerdo y la del humano tienen muchos puntos en común.
Lo que no se sabía entonces es que el genoma del cerdo (que comparte el 90% con el humano) está colonizado por retrovirus que se incrustan en las entrañas genéticas porcinas y se heredan. Los retrovirus se denominan, por sus siglas en inglés, PERV (Porcine Endogenous Retrovirus). Desde 1983 se sabe que el virus del sida o VIH es un miembro importante de la familia Retroviridae. Los retrovirus porcinos no causan sida, aunque algunos de la misma familia se asocian a estados de inmunodeficiencias y a la génesis de tumores (son oncogénicos). En 1998 se frenó la intención de implantar órganos porcinos a los humanos. Un serio inconveniente. Pero, recordamos, ya se disponía de la tijera genética Crispr. Faltaba encontrar sastres bio-celulares dispuestos a entrar en el taller.
En 2017, la excelente herramienta genómica permitió identificar, aislar y cortar de un solo golpe los 62 genes retrovíricos PERV presentes en el cerdo. Para tal propósito insertaron un número igual de genes que eliminaron los genes retrovíricos indeseables.
De seguido, mediante el procedimiento de clonación (producción de células u organismos genéticamente idénticos) se insertaron células manipuladas de cerdo. Introducidas en un óvulo, alcanzaron el estadio embrionario y, por fin, el grado evolutivo de lechón. Varios embriones cayeron en el camino, pero otros lograron desarrollarse libres de virus.
Los cerdos ganan a los primates compitiendo en cuanto a la obtención de órganos: son más fáciles de criar, maduran más rápido y alcanzan el tamaño equivalente al humano adulto en seis meses. Por estas razones, se utilizan desde hace años para mejorar la salud humana: las válvulas cardíacas de cerdo se trasplantan de forma rutinaria a humanos desde 1975 y la aorta desde 2002.
Ahora, la adecuada combinación de las dos nuevas tecnologías, la edición de genes y la clonación, permite producir órganos de cerdo alterados genéticamente y bien tolerados por los humanos.
Otros problemas asociados
Ya se podían criar cerdos sin retrovirus para evitar sus infecciones a medio o largo plazo. Pero aún existía un grave inconveniente: algunos genes (al menos tres) de la superficie de las células porcinas son muy antigénicos. Pueden provocar una fuerte reacción inmunológica en los receptores (rechazo). Este hecho hace inviable y muy peligroso el trasplante.
En las células del cerdo existe una molécula de azúcar que no tienen las células humanas ni otros primates. Se trata de la galactosa-alfa-1,3-galactosa, en corto, alfa-gal. Su presencia provoca grave rechazo inmune (es la misma enzima implicada en la reacción alérgica producida al consumir carne roja de un animal picado previamente por una garrapata en cuya saliva hay alfa-gal).
Mediante la edición genética Crispr también se logró hace años (2001) eliminar el azúcar alfa-gal (cerdos GalSafe Pigs®, aprobado en diciembre de 2020 por la FDA para beneficio de uso humano). Sin retrovirus causantes de infección zoonótica y sin azúcar inmunógeno que puede provocar rechazo inmunológico, los órganos del cerdo podrían ser aptos para el trasplante a los humanos.
El momento llegó hace unos meses y lo protagonizó el Instituto de Trasplantes Langone de la Universidad de Nueva York. En octubre de 2021, el equipo del doctor Robert Montgomery implantó a una persona, por primera vez en la historia, un riñón porcino libre de retrovirus y del azúcar alfa-gal inmunógeno. La receptora fue una mujer en situación de coma irreversible. El implante se hizo externo, en la raíz del muslo, no intraabdominal. La respuesta fisiológica (producción de orina) y el perfil de los parámetros bioquímicos del riñón implantado ha sido espectacular: mucho más rápida y eficaz que un trasplante de riñones humanos. Aunque se trata de un caso único y excepcional y de un estudio que ha durado solo algo más de dos días, el experimento supone un paso muy importante en el mundo científico, sobre todo en el campo del trasplante de órganos sólidos. Pero…
La ética frente a la estética
La ley de acción-reacción se activó de inmediato. Frente al avance de la ciencia, surgió la respuesta de los interesados en las cuestiones éticas, una actitud por otra parte absolutamente necesaria. Unos a favor del cerdo y otros del humano. Y de ambos. Los que defienden al cerdo se apoyan en argumentos como el abuso con los animales cuando quienes deben donar los órganos deben ser los humanos que se benefician.

Cada año se hacen (datos de 2019) más de 153.000 trasplantes de órganos, según el Observatorio Global de Donaciones y Trasplantes (GODT) de la OMS. Las curvas de donaciones de órganos (paralela al eje de abscisas) y los sujetos en listas de espera para un trasplante son muy divergentes: mientras que las donaciones son pocas y no parecen progresar, las necesidades de órganos no dejan de crecer. Por descontado, sube la pendiente de la lista de espera que se aleja de la curva de donaciones. Este es un serio problema cuando hay miles de personas anhelando un trasplante de hígado, corazón o pulmones y millones de nefrópatas sometidos a diálisis previa al trasplante renal.
Algunos apóstoles de la eticidad ponen el foco en el ser humano (el receptor del órgano porcino) y cuestionan la forma de ejecución del experimento, a pesar de contar con todos los requisitos legales y éticos exigidos, amén de la autorización de la familia de la persona comatosa sometida al xenotrasplante. Sin entrar a valorar un serio asunto: lo que para algunos, sin necesidad de ser hebreos o musulmanes, puede suponer el implante en humanos de un órgano o tejido de cerdo. Entre los problemas científicos y los de rango ético, el camino del xenotrasplante está, desde su origen, sembrado de obstáculos muy difíciles de superar pero, muy probablemente, su consolidación será cuestión de tiempo. Salvo que aumenten los donantes.
El cerdo, fuente de aprovisionamiento no nutricional

En España y, sobre todo, Extremadura y Andalucía, la dehesa forma parte de su esencia paisajística y antropológica. Es el alma ecológica y medioambiental donde se gesta y desarrolla la economía y la antropología de su gente. La dehesa y el cerdo son complementarios, una feliz combinación surgida en el laboratorio de la naturaleza. Por ejemplo, en Extremadura, en cuestión de aprovechamiento dietético se cumple el dicho popular y paremiológico de que del cerdo se aprovechan hasta los andares (Vide: Los andares desenvueltos del cochino ibérico, Badajoz, 1997). Esta visión holística del chancho es una realidad incuestionable, como lo es la potencia productora jamonera, de diferentes y exquisitas carnes y de los más variados embutidos y chacinas. Pero el cerdo no solo aporta alimentos. Hay muchos más derivados porcinos formando parte del peri-mundo humano. Hasta 185 productos de los que usamos casi a diario tienen que ver con el cerdo (Tabla 1 y figura 3).
En Extremadura y en otras regiones españolas se sabe mucho del mundo porcino. Del ancestral mundo porcuno matancero heredado de los antecesores, y del actual universo científico y comercial mejorado merced a la investigación, la profesionalización y la amplia comercialización en el mercado global. Esa es la realidad, pero, como poetizó Luis Cernuda (1902-1963), cabe pensar también en el deseo.
El deseo es una fajana virtual plantada en la isla de Utopía. En este sentido, puede parecer disparatado plantear la producción de clones de cerdos manipulados genéticamente de cara al futuro trasplante de órganos sólidos y al uso actual de otras funciones. Ser el centro de la producción de órganos porcinos para la sanidad española y europea.

Las posibilidades que ofrecen la clonación y la edición genética van (Tabla 2) desde la donación de órganos porcinos (corazón hígado, riñones) para trasplantes en humanos hasta la ingeniería genética centrada en producir células porcinas con rasgos incorporados que permiten inhibir algunos genes anticoagulantes, lograr inhibidores del complemento o de los linfocitos T o conseguir células carentes de la molécula alfa-gal (el azúcar que produce rechazo inmunológico en humanos), pasando por la terapia celular (islotes pancreáticos para diabéticos, hepatocitos para fallos hepáticos), otras formas de terapia para humanos (antígenos, vacunas, modelos de enfermedad) y algunos dispositivos o artilugios utilizados en cirugía ortopédica (tendones de Aquiles y de rodilla) o cardiovascular (válvulas del corazón, prótesis para los aneurismas de aorta).
Veinte poemas de amor y una propuesta razonada
Pablo Neruda (1904-1973) dice en un verso de su Extravagario. Bestiario, de 1949: ¿Qué piensa el cerdo de la aurora? No cantan pero la sostienen con sus grandes cuerpos rosados, con sus pequeñas patas duras. Los cerdos sostienen la aurora. No vamos a preguntar aquí qué pensarían los cerdos sobre el xenotrasplante, pero sí podemos reconocer que, en Extremadura y en otras regiones españolas porcófilas los cerdos no solo sostienen la aurora jamonera. Sus grandes cuerpos rosados -los paisanos más bien brunos- con sus pequeñas patas duras también pueden alimentar la utopía del renacimiento que no acaba de brotar.
En el mundo porcuno el recebo es una modalidad de alimentación complementaria a la dieta natural de bellotas (se añade pienso: jamón de menor calidad). No se propone en esta entrega literaria de recebo (mitad humanístico y mitad científico), criar de modo masivo cerdos genéticamente modificados, como si fueran piaras de ibéricos de bellota listos para el consumo.
El asunto comentado aquí es bastante más complejo que la montanera en la dehesa, aun siendo esta un complicado milagro natural. Aunque se dispone ya del modelo animal cuya patente puede haber expirado, se necesitarían granjas o instalaciones apropiadas, convenios de colaboración entre la sanidad veterinaria y la sanidad pública humana, respetar los argumentos éticos vigentes (y por venir) y conseguir los permisos oficiales adecuados. Más el dinero, claro.
En línea con lo dicho aquí, la directora de la Organización Nacional de Trasplantes declaró el 22 de octubre de 2021 que antes de jubilarnos probablemente veremos trasplantar órganos de animales.
Este sería un proyecto ambicioso. Nada fácil, pero probablemente asumible con la obligada y necesaria implicación público-privada y el aliento de las instituciones estatales y autonómicas. Sería un necesario y conveniente apoyo a parte de la España vacía de contenidos.
Un detalle no menor es que también se necesitarían jóvenes investigadores dotados de talento y con una visión de futuro espulgada de complejos, bien dirigidos por investigadores con experiencia (sirva el modelo de las vacunas españolas frente al coronavirus pandémico).
Que también los hay (me refiero a los investigadores expertos y a los jóvenes desacomplejados) aunque sabido es que, por la falta de oportunidades y la precariedad laboral, la mayoría de los jóvenes y algunos de los maduros desaparecen del paisaje del futuro patrio como se esfuman las bellotas llovidas de las nubes del encinar.
Nota: Finalizada una versión previa de este artículo*, la Universidad de Maryland comunicó el día 11 de enero de 2022 una extraordinaria noticia de alcance: el primer trasplante de un corazón porcino a un humano de 57 años. Un hecho trascendente que vuelve a unir cordialmente al cerdo y al humano.
(*) Cuaderno Extremeño para el Debate y la Acción.
Saludos y enhorabuena por el artículo: sumario y claro. Solo una apostilla marginal, aunque en mi pinión necesaria, sobre las cosas que pasan en este país, o sea, España:
«El premio Nobel de Química del año 2020 lo recibieron las investigadoras Doudna y Emmanuelle por sus trabajos con Crispr. Por esas cosas que pasan con el Nobel, nadie se acordó de su inventor [Francisco J. Mojica]». En 2015, Doudna y Emmanuelle recibieron el premio Princesa de Asturias de Investigación… Así se explica, en parte, que desde hace más de un siglo la ciencia española no haya conseguido un solo Nobel (Cajal, 1906). Ochoa -como es por todos sabido- logró el galardón como ciudadano estadounidense, aunque había nacido en Asturias.
Reitero mi felicitación al autor y me disculpo por la intromisión. José Luis Puerta