
Decenas de millones de familias de hongos y bacterias intercambian nutrientes entre el suelo y las raíces de los árboles, formando una vasta red de microbios forestales interconectados. Ahora, por primera vez, más de 200 científicos mapean esta red subterránea a escala global, utilizando una base de datos de más de 28.000 especies de árboles que se pueden encontrar en unos 70 países.
Esta proeza científica publicada por Nature la inició hace siete años Thomas Crowther, cuando trabajaba en la Universidad de Yale, recopilando datos obtenidos por satélites de agencias gubernamentales y de investigadores de todo el mundo sobre familias de árboles.

En 2015, este investigador cartografió la distribución global de los árboles y llegó a este sorprendente dato: la Tierra tiene tres billones de árboles. Esta cifra se puede traducir en 422 árboles por persona, una cantidad ocho veces superior a los cálculos anteriores (61 árboles por persona). Sin embargo, a pesar de esta cifra, el número total de árboles ha caído en un 46% desde el comienzo de la civilización humana.
Según explica Crowtner, las masas forestales con mayor densidad de árboles son los bosques boreales de las regiones subárticas de Rusia, Escandinavia y Norteamérica. Pero las mayores áreas forestales se encuentran, con diferencia, en los trópicos, donde habitan cerca del 43% de los árboles de todo el mundo. Solo el 24% se encuentran en las regiones boreales y el 22% en las zonas templadas.
Cambio climático y microbios forestales
Los resultados de esa investigación indican que el número de árboles en el mundo varía en función de la actividad humana. Para los científicos, el impacto negativo del ser humano en los ecosistemas naturales es claramente visible en pequeñas áreas. Además, la tasa de pérdida forestal -provocada por la deforestación, el cambio en el uso de la tierra y la gestión forestal- es de unos 15.000 millones de árboles cada año.

Al conocer este trabajo, otro investigador estadounidense, Kabir Peay, de la Universidad de Stanford, sugirió a Crowther que podrían hacer un mapa de la red de organismos subterráneos que conectan los árboles en los bosques.
El siguiente paso fue elaborar un algoritmo informático que conectara los datos de Crowther con factores locales forestales, como temperatura, química del suelo, topografía y precipitaciones de lluvias. De esta forma determinaron qué clases de hongos habitan en lugares donde carecían de datos, como países de Asia y África.
En los bosques templados y boreales fríos, donde la madera y la materia orgánica se descomponen lentamente, son dominantes los hongos ectomicorriza. Encontraron que cuatro de cada cinco árboles en esas regiones están asociados a estos hongos. Así, llegaron a la conclusión de que también están en los suelos de América del Norte, Asia y Europa.
El trabajo podría ayudar a los científicos a comprender cómo las asociaciones simbióticas estructuran los bosques del mundo y cómo podrían verse afectados por un clima más cálido.