

Un estudio realizado en la Universidad de São Paulo, en Brasil, analizó cómo los perros que viven dentro de las casas intercambian miradas con sus dueños para obtener comida u otros objetos deseados. La comparación se hizo con ejemplares callejeros o que están en albergues.
Es una escena cotidiana. Pooch quiere un trozo de pastel de aspecto sabroso que está sobre la mesa. Mira con nostalgia la golosina, mira a su amo y vuelve a mirar el pastel. Con esta conversación con los humanos consigue lo que quiere.
La comunicación entre perros y personas, que implica un intercambio de miradas, es muy común, pero diferentes experiencias de vida pueden cambiarla, según el estudio que aparece en Behavioral Processes.
En este trabajo, los investigadores brasileños analizan el uso de la alternancia de miradas por parte de los perros, que se puede concretar en mirar fijamente a una persona para llamar su atención, mover los ojos hacia donde se encuentra un objeto inalcanzable y luego mirar hacia atrás a esa persona, con poco o ningún movimiento de cabeza.
Los investigadores compararon 60 perros domésticos de diversas razas y edades. Encontraron que el 95,7% de los que vivían dentro de la casa usaban la alternancia de la mirada al menos una vez, mientras que los que vivían fuera se comunicaban con menos intensidad (80%). Los perros que vivían en refugios tenían menos contacto con los humanos e interactuaban menos (58,8%).
Los perros aprenden rápidamente a intercambiar miradas
“Los hallazgos apuntan a una fuerte influencia de la experiencia de vida en el desarrollo y uso de la conducta comunicativa. Los perros que pasaban más tiempo cerca de las personas estaban más dispuestos a usar la comunicación como estrategia para obtener un objetivo deseado”, explica Juliana Wallner Werneck Mendes, que dirigió el experimento en el Laboratorio Canino del Departamento de Psicología de la USP.
Este es el primer estudio sobre la diferencia entre perros que viven junto a los humanos dentro del hogar y los que viven fuera e interactúan de manera menos intensa con sus dueños.
“Otro aspecto importante que observamos fue que todos los grupos se comunicaron”, señaló Mendes. “Los perros de los refugios solían considerarse incapaces de comunicarse con los humanos. De hecho, lo hacen, pero menos. Esto muestra que las experiencias de toda una vida dan como resultado diferentes tipos de comportamiento”.
En opinión de esta científica, la escasa interacción de los perros del refugio no debe interpretarse como incapacidad. Por el contrario, son capaces de comunicarse, incluso con poca exposición a los humanos. Estudios anteriores han demostrado que aprenden a intercambiar miradas muy rápidamente cuando interactúan con humanos.
Naturaleza ‘versus’ crianza
Esta capacidad se deriva de la habilidad del animal para aprender. “Los perros de los refugios están muy bien adaptados a la situación. No necesitan comunicarse con los humanos durante gran parte de sus vidas”, destaca la profesora Briseida de Resende, de la USP y coordinadora de Mendes y de Carine Savalli Redigolo.
Resende explica que los hallazgos del estudio refutan una vieja dicotomía entre naturaleza y crianza en el campo de la etología, la ciencia del comportamiento animal. “El comportamiento canino se hereda en gran medida, por supuesto, y fueron domesticados hace mucho tiempo, pero este aspecto nunca debe abstraerse del contexto en el que viven. La crianza y el medio ambiente también son muy importantes”, subraya.
“El micro contexto (experiencia de vida) es tan influyente como el macro (evolución de la especie) –aclara la investigadora-. El debate sobre naturaleza versus crianza se ha dado durante mucho tiempo y siempre estamos buscando ver cuándo es innato el comportamiento canino y cuándo se aprende, pero actualmente creemos que no tiene sentido separar los dos».