Los perros huelen el estrés humano
Un perro del estudio olfateando el aliento y la muestra de sudor de una persona. Foto: Kerry Campbell, CC-BY 4.0

Al oler muestras de aliento y sudor de personas, antes y después de una tarea bajo estrés, algunos perros tienen la capacidad de diferenciarlas con precisión. Esta es la conclusión más relevante del estudio que han llevado a cabo un equipo multidisciplinar de científicos de la Universidad de Queen, en Belfast.

La profesora Clara Wilson, coordinadora de este trabajo experimental que difunde hoy PLoS ONE, destaca que los procesos fisiológicos asociados con una respuesta de estrés psicológico agudo, producen cambios en la respiración y el sudor humanos que los perros pueden detectar con una precisión del 93,75 %.

En este sentido, recuerda que los olores emitidos por el organismo son señales químicas que han evolucionado para la comunicación, principalmente dentro de las especies.

Dado el extraordinario sentido del olfato de los perros, su estrecha historia de domesticación con las personas y su uso para apoyar condiciones psicológicas humanas como la ansiedad, los ataques de pánico y el trastorno de estrés postraumático (TEPT), estos investigadores se preguntaron si podrían sentir señales químicas para responder a los estados psicológicos de sus dueños.

Así, recogieron muestras de aliento y sudor de no fumadores que no habían comido ni bebido recientemente. Las muestras se tomaron antes y después de una tarea aritmética de ritmo rápido, junto con los niveles de estrés autoinformados y medidas fisiológicas objetivas, entre ellas, frecuencia cardíaca y presión arterial.

Perros entrenados para detectar estrés

Las muestras de 36 participantes, que reconocieron un aumento en el estrés debido a la tarea y experimentaron un incremento en la frecuencia cardíaca y en la presión arterial durante la prueba, se mostraron a perros entrenados dentro de las tres horas posteriores a su recogida.

Como se explica en el estudio, habían entrenado a cuatro perros de diferentes razas y mezclas. En general, los perros pudieron detectar y realizar su comportamiento de alerta en la muestra tomada durante el estrés en 675 de 720 ensayos, o el 93,75 % de las veces, mucho más de lo esperado por casualidad (p<0,001).

La primera vez que estuvieron expuestos a las muestras estresadas y relajadas de un participante, los perros alertaron correctamente sobre la muestra estresada el 94,44 % de las veces. Los perros individuales variaron en rendimiento desde 90% a 96,88% de precisión.

Los autores concluyen que los perros pueden detectar un olor asociado con el cambio en los compuestos orgánicos volátiles producidos por las personas en respuesta al estrés.

Según la profesora Wilson, este estudio demuestra que los perros pueden discriminar entre el aliento y el sudor de las personas antes y después de una tarea estresante, así como que una respuesta de ansiedad psicológica negativa y aguda altera el perfil de olor de nuestro aliento/sudor y que los perros pueden detectar este cambio en el olor.

Estado afectivo en los perros

Esta investigadora es una reconocida especialista en perros. En otro trabajo que aparece en Animal Cognition, arroja luz sobre los paradigmas del sesgo de juicio y su utilización frecuente como medida del estado afectivo en los perros.

El acercamiento a un estímulo ambiguo -señala- se usa comúnmente como medida de afecto, sin embargo, esto también puede verse influenciado por el aprendizaje. En este estudio, midió directamente el impacto del aprendizaje en un paradigma de sesgo de juicio de uso común, en ausencia de una manipulación del estado afectivo.

Se evaluaron 15 perros en una tarea de sesgo de juicio en cinco sesiones. Midieron la latencia de los perros para acercarse a un recipiente colocado en uno de tres lugares ambiguos entre lugares sin cebo (negativo) y cebo (positivo). Los resultados demuestran que el número de sesiones tuvo un efecto significativo en las latencias de los perros para llegar a las ubicaciones ambiguas de los tazones, con pruebas post-hoc que revelaron que los perros eran significativamente más lentos para acercarse a las situaciones a medida que aumentaba el número de sesiones.

El número de sesiones también tuvo un efecto significativo en el número de veces que los perros no se acercaron al recipiente, dentro de los 30 segundos tras haber sido liberados, y el número de no acercamientos generalmente aumentó entre sesiones.

Cuando la identidad del perro se incluyó como efecto fijo, se encontró un efecto significativo en la latencia para acercarse, lo que sugiere a esta investigadora que algunos perros fueron consistentemente más rápidos que otros en todas las sesiones.

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