Dr. Enrique González: Potenciar la Atención Primaria

DR. ENRIQUE GONZÁLEZ FERNÁNDEZ
Máster en Dirección y Administración de Empresas. Diplomado en Gestión de Áreas Hospitalarias. Especialista en Evaluación EFQM. Experto en Administración y Gestión Sanitaria

Hace unos días escuché a un dirigente político decir que no se habían cumplido los protocolos porque no existían. Esto es una verdad a medias; sí es cierto que, ante la llegada de COVID-19, no había un método de actuación escrito para hacer frente a una pandemia de estas características; no había reserva estratégica de materiales, ni herramientas básicas para la gestión y seguimiento de la crisis.

Ahora sabemos, además, que quienes tenían que hacerlo no interpretaron bien las señales que, desde febrero, venían de Asia. Ante COVID-19, nos enfrentamos, por tanto, a la crisis sin un manual de instrucciones con el que orientarnos para tomar decisiones.

Pese a todo, el Sistema Nacional de Salud (SNS) ha funcionado bien, apoyado en los profesionales, que se han jugado la vida, literalmente. El SNS ha ido adoptando decisiones clínicas y organizativas cada día para frenar el avance de la epidemia.

Quienes hemos tenido la oportunidad de ver de cerca a los profesionales trabajando sin la suficiente protección, porque no la había, hemos visto enfermar a compañeros y hemos visto el esfuerzo de los directivos de los centros intentando achicar agua como podían, sabemos de su angustia ante la incertidumbre y la necesidad de salvar el mayor número de vidas posible. Como sociedad, debemos agradecer, sin matices, este esfuerzo.

Sin manual de instrucciones ante COVID-19

Los datos serológicos muestran a Madrid como epicentro geográfico de la crisis, reduciéndose el número de casos cuanto más nos alejamos de la capital. Por otro lado, no debemos olvidar que, ante una crisis, hay que proteger dos colectivos, los vulnerables y los imprescindibles. Desgraciadamente, ahí hemos tenido el mayor número de casos, entre los vulnerables, los residentes en centros sociosanitarios, y entre los imprescindibles, los sanitarios y fuerzas de seguridad.

Aunque hay que hacer un análisis generoso, entendiendo las debilidades de nuestro Sistema, hay cuestiones de calado que quiero señalar, como son el déficit de gobernanza del SNS y las carencias logísticas en el suministro de materiales y equipos.

Desde la culminación de la transferencia de las competencias en gestión sanitaria a las comunidades autónomas, el SNS se ha ido debilitando por la fuerza centrífuga surgida de cada gobierno autónomo, apareciendo fronteras entre comunidades, tanto para el flujo de pacientes como para la movilidad de profesionales, generándose, como consecuencia, desigualdades en prestaciones y derechos en relación con la atención sanitaria, cuestiones que no estaban en la mente de los legisladores.

No es baladí tampoco el desigual desarrollo de sistemas de información, ni la ausencia de sistemas de evaluación y comparación entre hospitales o centros de atención primaria.

La Salud Pública, como eje del sistema sanitario, ha desaparecido

Esta crisis también nos ha mostrado que la Salud Pública, como eje del sistema sanitario, ha desaparecido, diluida entre las necesidades del día a día de los gobiernos territoriales, sin suficiente personal cualificado y sin un sistema de información moderno, integrado y en tiempo real. Resulta bochornoso, para un país como el nuestro, el continuo cambio de criterio o la incertidumbre de los datos disponibles.

Todo eso culmina con la dificultad para articular decisiones de Estado, evidenciando que el Consejo Interterritorial está condicionado por la discusión política, incapaz de avanzar salvo en aspectos muy generales, evitando decisiones ejecutivas.

Hemos visto también las consecuencias de la ausencia de estrategia industrial y de una reserva estratégica de la producción. Durante los últimos 20 años, cada reforma de las normas de contratación pública ha incorporado más restricciones en los procesos de adjudicación, llegando a primar el factor precio como elemento de decisión, facilitando la llegada de proveedores con menor nivel de calidad y expulsando del mercado a otros proveedores fiables y cercanos.

Así, hemos ido perdiendo nuestra capacidad de influir en la producción y distribución de productos básicos, además del impacto en pérdida de empleo y desincentivación de la generación de conocimiento.

En resumen, no habíamos hecho los deberes desde las crisis de la década pasada, no teníamos un manual de instrucciones ante una pandemia como COVID-19. Ahora estamos obligados a hacer un análisis riguroso, tratando de aprender de los errores y reconociendo el esfuerzo y buen hacer de nuestros profesionales, para que, cuando llegue otra crisis, tengamos resueltos asuntos críticos como la gobernanza del SNS, el fortalecimiento de una política de Salud Pública de Estado y una política industrial que nos asegure la capacidad de producción de forma independiente.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here