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La primera conclusión, que es la columna vertebral del nuevo paradigma que trato de difundir, es que no se trata de ningún trastorno de la Personalidad, por lo que -en buena lógica- yo propongo denominar el TLP simplemente como trastorno límite.
Y es que estamos ante pacientes que viven una experiencia egodistónica, que rechazan como si fuera un cuerpo extraño; que se hallan anclados en la Organización Límite de la Personalidad, que es una acomodación entre la estructura psicótica y neurótica de la Personalidad.
Existen formas leves, moderadas y graves; pero hay un rasgo común a todas ellas: el maltrato, un maltrato entendido como acción u omisión de cuidados; y deben incluirse los entornos invalidantes.
A partir del nuevo paradigma del conocimiento que integra la Neurocultura y la Tercera Cultura, en mi libro La Herida Límite establezco un relato diacrónico de la enfermedad donde se muestra su origen, naturaleza, sentido y significado.
En el origen, el concepto de herida es clave, se convierte en el hilo conductor del diagnóstico de la enfermedad. Desde mi punto de vista, en realidad no existe una sino tres heridas. A saber: biológica, psicológica y social.
La biológica (vulnerabilidad biológica) deriva en Trastorno del desarrollo. La psicológica (maltrato) en Trastorno por estrés. La social (estigma social) en Trastorno de la identidad biográfica. Estas tres patologías se relacionan entre sí a través de la Teoría de la convergencia, constituyendo un final común que es el Trastorno Límite (TLP).
La naturaleza de la enfermedad debe entenderse como resultado de las tres heridas y de los propios esfuerzos –titánicos, admirables…- que realizan los sujetos tratando de curarse. En numerosas ocasiones, emprenden salidas falsas desde la cueva donde se sienten abandonados, salidas que pueden finalizar trágicamente (12% de suicidios).
En cuanto al sentido, se instala en la evolución que da sentido a todo lo que sucede en biología. Concretamente, en este trastorno existe, según la Psiquiatría evolucionista, ambivalencia en los cuatro ejes evolutivos.
Nueva perspectiva para este paradigma
¿Puede prevenirse el Trastorno Límite (TLP)? Mi experiencia me dice que sí. A condición de que tratemos los trastornos de desarrollo, especialmente los TDAH; de que atendamos adecuadamente a los niños PAS (personas altamente sensibles) y si combatimos con tenacidad toda clase de maltrato o discriminación en la infancia.
Las dimensiones que pueden estar afectadas son: la cognición, la estabilidad afectiva, el control impulsivo y de la ansiedad. Están causadas por las alteraciones neurobiológicas que presentan que son las determinantes de sus conductas. Estas incluyen disminución del tamaño de los lóbulos frontales, de la actividad de la corteza prefrontal que no inhibe la excesiva actividad de la amígdala. Déficit de serotonina y de opiáceos, endógenos, etc.
Mi conclusión es que estas personas son en realidad víctimas y diamantes sin pulir, presentan una personalidad quijotesca y suelen ser nobles, ingenuos, sensibles, solidarios y generosos. No presentan en absoluto rasgos psicopáticos.
¿Puede tratarse el Trastorno Límite? Naturalmente, el tratamiento tiene consistencia y coherencia interna, resultando, según mi criterio, eficaz en la curación de estos pacientes.
El tratamiento propone la necesidad de un duelo donde se valide el dolor sufrido, la curación de las heridas (psicofármacos, psicoterapia asistencia social) y rehabilitación. Esta debe incluir una restauración de funciones, una reparación de daños y perjuicios, y una revalorización de los pacientes.
Tal como afirmo en mi libro, estas personas son menos responsables de su trastorno y más recuperables de lo que se había pensado hasta ahora. Es tal la nueva perspectiva que se abre con este paradigma, que me atrevo a sugerir una revisión legislativa para que se replantee su responsabilidad penal (cuando la hubiere) y, por tanto, su imputabilidad.