
Kimberly Prather, reconocida especialista en Química Atmosférica del Instituto Scripps de Oceanografía y de la Universidad de California en San Diego, explica que “existe una necesidad urgente de armonizar las discusiones sobre los modos de trasmisión aérea de virus entre disciplinas para garantizar las estrategias de control más efectivas y brindar una guía clara y consistente al público”.
Los editores de Science han levantado el embargo que tenía esta Carta, firmada por un equipo de investigadores del Instituto Scripps y de varias universidades de Estados Unidos, cuya publicación aparecerá el próximo viernes en el órgano oficial de la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias (AAAS).
Junto con la profesora Prather, firman esta Carta R. T. Schooley y M. E. Wilson, de la Universidad de California; L. C. Marr, de Virginia Tech en Blacksburg; M.C. Diarmid y D. K. Milton, de la Univesidad de Maryland y T. H., de la Universidad de Harvard.
El escrito hace hincapié en la necesidad de aclarar la terminología para distinguir entre aerosoles y gotitas en la trasmisión aérea de coronavirus, usando un umbral de tamaño de 100 micrómetros y no los cinco micrómetros históricos. “Este tamaño -añaden- separa más eficazmente su comportamiento aerodinámico, la capacidad de ser inhalado y la eficacia de las intervenciones”.
Más atención a la trasmisión aérea
La principal distinción es que mientras que las gotas de virus de más de 100 micrómetros generalmente caen al suelo en segundos, de modo que el distanciamiento físico reduce la exposición a ellas, los virus en aerosoles (menos de 100 micrómetros) pueden permanecer en el aire entre muchos segundos y horas y se pueden inhalar.
Pueden infectar a personas cercanas y también viajar más de dos metros. “Es mucho más probable que se inhalen aerosoles que una gota”, advierten estos científicos, que piden más atención a la protección contra la transmisión aérea.
Así, instan a los especialistas de Salud Pública a elaborar una guía clara sobre la importancia de trasladar las actividades al aire libre, mejorar el aire interior mediante la ventilación e incrementar la protección para los trabajadores de alto riesgo.
Nueva área de investigación
Kimberly Prather ostenta la Cátedra de Química Atmosférica en la Instituto Scripps de Oceanografía y en el Departamento de Química y Bioquímica de la Universidad de California en San Diego.
Su trabajo se centra en cómo las personas influimos en la atmósfera y el clima. Desde el pasado mes de abril, forma parte de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos por sus destacadas contribuciones a la química de aerosoles. El pasado año ingresó en la Academia Nacional de Ingeniería. También pertenece a la American Geophysical Union, la American Association for the Advancement of Science y la American Academy of Arts and Sciences.
Actualmente, la profesora Prather está trabajando para comprender los impactos en la salud y el medio ambiente de los contaminantes y toxinas derivados de los océanos en escorrentías y emisarios. Su trabajo se centra en el estudio de la transferencia del océano a la atmósfera, el transporte atmosférico subsiguiente y el grado de exposición humana.
La investigación que lleva a cabo con su equipo se dirige a las mediciones de la concentración de partículas que son lo suficientemente pequeñas como para ser inhaladas profundamente en nuestros pulmones e impactar en nuestra salud. Representa una nueva área de investigación para alertar a la ciudadanía y predecir días con mayor contaminación en el aire y cargas bacterianas, especialmente durante tormentas que arrastran los contaminantes a las costas, donde pueden pasar al aire.