
Investigadores y clínicos estadounidenses aseguran que la falta de sueño -esto es, dormir mal- lleva aparejado la posibilidad de padecer enfermedad cardíaca. Si se combinan los aspectos individuales de esa falta de sueño, entonces el riesgo puede incrementarse hasta un 141%.
Este trabajo observacional, que se detalla en Science Reports, estuvo dirigido por científicos de la Universidad del Sur de Florida que revisaron los datos del sueño y su historial de enfermedades cardíacas de un total de 6.820 adultos estadounidenses, de 53 años de edad promedio. De esa cifra, 633 también llevaban un dispositivo alrededor de la muñeca que capturaba la actividad del sueño.
Los investigadores analizaron diversos aspectos del sueño, entre ellos la regularidad, satisfacción, estado de alerta durante las horas de vigilia, momento del sueño, la eficiencia y duración del sueño, y los vincularon con enfermedades cardíacas diagnosticadas.
Descubrieron que cada aumento adicional en los problemas de salud del sueño autoinformados se asoció con un riesgo de un 54% mayor de enfermedad cardíaca. Pero ese riesgo, asociado con un aumento de los problemas de salud del sueño, fue mucho mayor para quienes proporcionaron datos del sueño tanto por autoinformes como por el ingenio que llevaban en la muñeca.
La profesora Soomi Lee, autora principal de este estudio y responsable del laboratorio STEALTH en este campus, explica que estos hallazgos demuestran la importancia de evaluar los problemas de salud del sueño coexistentes de un individuo, para conocer el riesgo de enfermedad cardíaca.
Antecedentes familiares y factores sociodemográficos
Los investigadores realizaron una serie de preguntas a los participantes sobre su salud, entre ellas si su médico confirmó una afección cardíaca como arritmia, soplo cardíaco o agrandamiento del corazón. La presión arterial alta no se consideró un diagnóstico, ya que se etiqueta como un factor de riesgo de enfermedad cardíaca en lugar de una afección cardíaca.
También controlaron los antecedentes familiares de enfermedades cardíacas y los factores sociodemográficos, como raza, sexo, tabaquismo, depresión y actividad física.
Así se encontraron con que, si bien las mujeres reconocieron tener más problemas de salud para dormir, los hombres tenían más probabilidades de sufrir enfermedades cardíacas; sin embargo, el género no afectó a la correlación general entre los dos factores.
También descubrieron que los participantes de raza negra tenían más problemas de salud del sueño y una mayor prevalencia de enfermedades cardíacas que los de raza blanca, pero la fuerte asociación entre la salud del sueño y las enfermedades cardíacas no difirió por raza en general.
La profesora Lee subraya que, si bien la salud del sueño es importante para todas las edades, su equipo se centró en la edad adulta media, ya que abarca un período de tiempo más largo y consiste en experiencias de vida diversas y más estresantes debido a los aspectos laborales y familiares. También es cuando comienzan a surgir los precursores de las enfermedades cardíacas y los problemas de sueño relacionados con la edad.
Dado que la salud del sueño se puede modificar, los investigadores afirman que estos hallazgos pueden contribuir a futuras estrategias de prevención para mitigar el riesgo de enfermedad cardíaca, que es la principal causa de muerte en Estados Unidos.
Leer antes de dormir
Cabe recordar la afirmación del profesor José María Ordovás: dormir poco se asocia con mayor acumulación de grasa corporal, pérdida de masa muscular y menor volumen cerebral, así como trastornos del apetito, estrés, diabetes, enfermedad cardiovascular y una menor esperanza de vida.
José María Ordovás es el investigador español con más prestigio en los campos de la Nutrigenómica y la Nutrigenética, en su laboratorio en la Universidad estadounidense de Tufts, en Boston.
Es un hecho cierto que las personas perdemos cantidad y calidad de sueño, que se acentúa constantemente. Como destaca este investigador, discípulo del desaparecido Francisco Grande Covián, desconocemos por qué dormimos aunque alguna hipótesis sugiere que es como reiniciar las neuronas.
Simultáneamente a la publicación de este estudio de la profesora Lee, en Journal of Sleep Research aparecía un trabajo, también de investigadores estadounidenses, sobre si leer antes de acostarse influye en el sueño. Aunque la muestra de participantes (58) no es significativa, merece la pena fijarse en las conclusiones de este estudio dirigido por Morgan Ellithorpe, de la Universidad de Delaware.
Los 58 voluntarios anotaron en un diario datos sobre el tiempo que utilizaban los medios de comunicación antes de acostarse, el lugar donde lo hacían y la multitarea. De esta forma y con ayuda de la electroencefalografía, los científicos consiguieron parámetros como la hora de acostarse, el tiempo total de sueño y la calidad del mismo.
Leer antes de dormir se asoció con una hora de acostarse más temprana. Si antes de acostarse no implicaba realizar múltiples tareas y se leía en la cama, también se asoció con más tiempo total de sueño. Una utilización prolongada de los medios de comunicación retrasando la hora de ir a la cama se tradujo en menos tiempo total de sueño.