
Investigadores noruegos, tras años de trabajo, han descubierto el proceso por el cual las células cancerosas producen ácido láctico para sobrevivir. A miles de kilómetros de distancia de Oslo, casi al mismo tiempo, un grupo de científicos japoneses arrojaba luz sobre este proceso que también implicaba en Estados Unidos a otros especialistas.
Los dos estudios, en los que demuestran que la proteína PRL-3 reprograma las células para que prefieran el ácido láctico cuando hay poca o mucha cantidad de oxígeno, aparecen en FASEB Journal y FEBS Journal.
El grupo noruego explica sus nuevos hallazgos a partir de situaciones corrientes, como cuando se corre o se pedalea rápido. En estas situaciones es factible perder repentinamente fuerza en las piernas, que se vuelven pesadas.
Como recuerda la inmunóloga Pegah Abdollahi, del hospital universitario de Oslo, la acumulación de ácido láctico se traduce en que los músculos se inunden con productos de desecho. El cuerpo produce ácido láctico cuando trabaja más duro y necesita más energía de la que los pulmones pueden suministrar con oxígeno.
Después del entrenamiento, se jadea y el organismo puede así eliminar el ácido láctico con la ayuda del oxígeno. El oxígeno es importante cuando el cuerpo necesita convertir el azúcar en energía.
Las células musculares en particular fabrican ácido láctico y las cancerosas que se forman en las células sanas del cuerpo también comienzan a producir ácido láctico.
El profesor Magne Børset, del Norwegian University of Science and Technology (NTNU), explica que, desde hace tiempo, “sabemos que la proteína PRL-3 aparece en las células cancerosas, mientras que en las células sanas se encuentra principalmente en las musculares. Ahora estamos empezando a comprender por qué las células cancerosas prosperan tan bien al producir esta proteína. Es simplemente una clave para su supervivencia”.
‘Apagar’ la molécula
Casi al mismo tiempo que se producía este hallazgo, científicos japoneses demostraban que la PRL-3 protege las células contra ambientes ácidos.
Estos avances demuestran que esta proteína reprograma las células precisamente para resistir las condiciones que, con frecuencia, se encuentran dentro y alrededor de los tumores cancerosos.
Ahora el objetivo es apagar la molécula que permite que las células se reprogramen a sí mismas. En este sentido, el profesor John Lazo, experto farmacólogo de la Universidad de Virginia, ha diseñado y desarrollado una molécula que actúa sobre la PRL-3.
En el laboratorio de este investigador estadounidense trabajan en el mecanismo de acción y resistencia a agentes anticancerosos nuevos y ya comercializados, en particular a productos naturales, y el papel biológico que califican de fundamental de las proteínas tirosina fosfatasas.
Los investigadores noruegos quieren comprobar la eficacia de los inhibidores que se desarrollan en la Universidad de Virginia. “Estos inhibidores son moléculas químicas que se unen a la molécula que se desea apagar”, explica el profesor Børset.
Además de esto, el equipo noruego quiere analizar cómo se comporta la proteína PRL-3 en las células normales del organismo.
Ácido láctico, fuente de energía básica para las células cancerosas
“Lo interesante es que la molécula se encuentra principalmente en las células musculares. Es concebible que nos beneficiemos de PRL-3 cuando producimos energía para correr rápido. Nadie ha probado si la molécula nos hace mejores para correr”, reconoce Børset.
Para averiguarlo, colaborarán con otro equipo del NTNU, dirigido por el profesor Ulrik Wisløff, experto en fisiología del ejercicio y responsable del Grupo de Investigación del Ejercicio Cardíaco.
Estudiarán animales de laboratorio que han sido modificados genéticamente para que carezcan de la proteína PRL-3 y comprobar si toleran menos el ejercicio anaeróbico que los roedores que retienen el gen que codifica esa proteína.
El profesor Børset se entusiasma al reconocer que “podríamos estar tras la pista de un mecanismo biológico importante para nuestros músculos”.
Antes de concluir, unas líneas para recordar que, en 2008, un equipo multidisciplinar de investigadores belgas y estadounidenses anunció en Journal of Clinical Investigation que el ácido láctico es una fuente de energía básica para las células cancerosas. También descubrieron una nueva estrategia para acabar con las células malignas, evitando que produzcan ácido láctico.