Cada uno de los 12 nuevos responsables sanitarios se encontrará con los viejos problemas ya descritos por los expertos de todo signo, pese a que desde algunos espacios del Gobierno central parece negarse la necesidad de abrir una reflexión profunda sobre el Sistema Nacional de Salud (SNS).
Más bien al contrario, se continúa cebando la máquina del gasto sin adoptar ninguna medida que permita ganar en eficiencia o mejore la calidad de los servicios. A eso se añade la incertidumbre del proceso de elecciones generales previsto para la mitad del verano.
Recientemente, presentaba Pedro Sabando, subsecretario de Sanidad con el ministro Ernest Lluch y, por tanto, protagonista en la configuración de la aún vigente Ley General de Sanidad, su libro Así se creó el Sistema Nacional de Salud, un recorrido por el momento político y social en el que se gestó la ley.
Acompañado por Enrique Barón, José Manuel Freire y Juan Luis Rodríguez-Vigil, en su exposición detalló los diferentes criterios de enfoque de aquel momento y algunos de los elementos que han caracterizado el desarrollo del SNS hasta nuestros días.
Todos los presentes en la mesa mostraron preocupación por el futuro del sistema sanitario si no se adoptan medidas urgentes que lo adapten a la realidad social, económica y política actual. El propio autor indicó la necesidad de reformular el marco normativo con una nueva Ley de Sanidad que, por el enfoque de todos los intervinientes, nada tiene que ver con un texto enviado a las Cortes desde el Gobierno y que, según dice, pretende reforzar la equidad, la universalidad y la cohesión del SNS.
La lectura del texto no permite visualizar cómo se van a lograr tales objetivos cuando no incluye mención alguna a la mejora de la gobernanza del sistema, siendo esta una de las principales carencias del SNS como tal, puesta en evidencia de modo dramático durante la pandemia por Covid-19. El texto parece que pretende mejorar algunos aspectos relacionados con el aseguramiento, sin mencionar elementos fundamentales de la financiación, demandados por todas las comunidades autónomas.
Por otro lado, la declaración de intenciones sobre la prestación de los servicios mediante la gestión directa preferentemente, además de estar alejada de la realidad, genera incertidumbre innecesaria en el sector de centros concertados que, aunque necesita una revisión en profundidad, como el conjunto del sistema, no parece la mejor opción esta declaración maximalista.
Reformular una norma marco del SNS
Queda por ver cuál es el recorrido que podrían alcanzar los consorcios que la propuesta normativa menciona como alternativas para complementar la prestación de los servicios allí donde no pueda llegar la prestación directa de los servicios por parte de la Administración.
Finalmente, no existe mención alguna a la autonomía de los centros y su configuración como entidades con personalidad jurídica, propuesta que ya hizo en 2020 la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica, constituida en el Congreso de los Diputados.
La convocatoria electoral del verano es una oportunidad para reformular una norma marco del Sistema Nacional de Salud, atendiendo las opiniones de los expertos y de los profesionales y ciudadanos, con amplitud de miras, pensando en un nuevo marco legal para otros 25 o 30 años. Mientras eso sucede, los problemas se acumularán en la mesa de los nuevos consejeros, al igual que ya lo están en las de aquellos que continúan en su función.
La insuficiente financiación, la creciente debilidad de la Atención Primaria, la ausencia de profesionales y el creciente número de personas con procesos crónicos y personas con mayor o menor grado de dependencia seguirán a la espera de soluciones que sean algo más que respuestas reactivas de corto alcance.
El último Barómetro Sanitario, de hace tan sólo tres meses, muestra un significativo deterioro de la credibilidad del SNS ante los ciudadanos y un creciente número de personas que opinan que son necesarios cambios profundos en el sistema sanitario.
Los problemas viejos se irán haciendo más viejos y graves si no se abordan con lealtad, imaginación y con visión de Estado. Ese es el reto que tendrán sobre la mesa los nuevos gobiernos autonómicos y el futuro nuevo Gobierno de la Nación. Harán bien los presidentes en elegir a los mejores para afrontar tan ingente tarea.