Dr. Hugo Liaño: Sobre el lenguaje médico, hoy

DR. HUGO LIAÑO
Profesor de Neurología Médica en la Universidad Autónoma de Madrid. Autor de Cerebro de hombre, cerebro de mujer (Ediciones B)

Hay que reconocer que a menudo los médicos hablamos y escribimos con malas maneras. Pero no lo hacen mejor otros gremios, y lo que es más grave, por sus efectos multiplicadores, quienes hablan por radio y televisión, como los políticos españoles que nos hacen ser del sureste asiático, ya que “nos mandan tal o cual cosa en Europa”, o “vamos logrando igualarnos con los europeos…”, los periodistas que “preveen” algo, o disponen de especiales medidas del tiempo o de instantes largos, pues nos atienden en “breves minutos” o en “breves instantes”. O el pervertido empleo de términos como “en apenas…”, “al menos…”, “en escasos minutos…”.

doctor gregorio marañón
«El doctor Gregorio Marañón se refugió en un rincón de su biblioteca». Revista Caras y Caretas (Buenos Aires). 17/01/1931, n. 1685, página 61

Por otra parte, mientras este tipo de autocrítica que estoy haciendo no es excepcional en Medicina, no conozco que se haga en otras profesiones técnicas o científicas. En definitiva, nos aplicamos aquella antigua ironía que hacia el viejo oficio de curar empleaban los romanos: Medice, cura te ipsum.

Sobre la base de lo antedicho hay motivos añadidos del mal empleo del lenguaje. En primer lugar, la falta de beneficio inmediato por escribir o hablar bien; no han pasado tantos años desde que Marañón dijera que “…de entre todos los talentos secundarios, la habilidad para escribir es el más útil y provechoso en Medicina”; pues hoy esta afirmación no tiene vigencia.

La segunda razón es nuestra cada vez más exigua preparación humanística; mientras el 73% de los vocablos proceden del latín, este ha quedado prácticamente eliminado de la enseñanza; a los estudiantes de Letras se los toma casi por disminuidos intelectuales y no hace muchos años un Ministro de ¡Cultura! dijo “catorceavo” por decimocuarto.

“Dicho lo cual” y “en base a..”, al decir de los tertulianos intelectuales, no dejemos atrás a algunos de nuestros académicos de la Lengua, que ora por desconocimiento, ora por pretender un maquillaje juvenil, incurren en paradojas tales como calificar, con razón, de dislate al término analítica del lenguaje vulgar médico, y muy pocos años después incluirlo en su diccionario como tercera acepción; alguno cree que ha introducido guay en el diccionario, desconociendo que está presente en el Quijote de Cervantes, con las mismas letras, salvo que imagino que en tiempos del autor la y no sería la ye de hoy; se han incluido términos callejeros como culamen, pechamen, y ya llevaba años tronco como forma de llamarse entre jóvenes coleguillas.

Defectos lingüísticos médicos

Tales defectos se pueden clasificar por su etiopatogenia o por su semiología. Laín Entralgo, en su Patología del lenguaje médico, empleó la modalidad primera, dividiéndolos en “desórdenes genéticos, infecciosos, tóxicos, traumáticos…”. Y esta publicación la hizo en 1958; o sea, que somos bien veteranos los médicos en la modalidad de purga interna.

A mí me resulta más práctica la segunda forma, la semiológica, y los ordeno porque su principal aparición sea en el lenguaje hablado o en el escrito, y éste -a su vez- en historias clínicas, informes o publicaciones.

En el lenguaje hablado cotidiano, los defectos más corrientes son: extranjerismos, cambios de género, perífrasis y eufemismos, pleonasmos, modismos y barbarismos.

Algunos extranjerismos abundan, a pesar de que tengan fácil traducción; ejemplos de ello son: shock, by-pass, kit, pool, shunt y otros muchos que representan el dominio de la lengua inglesa. De otros no encontramos otra justificación que cierta xenofilia o papanatismo de muchos de nosotros, médicos y lingüistas; hay docenas de estos términos, como borderline, look, test, toilette, plateau, etc.

Muchos han tenido o tienen nacionalidad española, o sea, que han pasado al español muchos de los que he citado; pero a veces la RAE se arrepiente y retira años después algunos, como toilet, mientras by-pass lo españoliza y lo transforma en baipás.

Con lo fácil que es llamar fronterizo a lo borderline, derivación o puente a by-pass, mezcla o amalgama a pool, comunicación a shunt, limpieza a toilet en el sentido que se usa, prueba a test, etc.

Cambios de género y eufemismos

Los cambios de género son frecuentes en el lenguaje médico; Laín los llamó la transmutación de sexos. Algunos se han debido formar por evitar la cacofonía del artículo antes de la palabra con a. Son palabras de este tipo: acné, que en 2001 era ambigua, y ahora es sólo masculina; acmé, es ambigua, pero se usa menos como femenina.

Anasarca y asma han sido y son femeninas; en ellas, el problema aparece cuando se adjetivan por error en masculino, ignorando que el asma tiene que ser cardiaca, crónica, atópica o extrínseca, que el anasarca tiene que ser intensa, y que el o la acmé tanto puede ser intenso como intensa. En otros casos, es difícil averiguar el porqué de la equivocada calificación masculina de términos femeninos como las extrasístoles, la psoriasis o la ACTH. Como puede verse la tendencia transexual es a la masculinización, lo cual puede interpretarse como un signo más del secular machismo.

Los eufemismos, perífrasis y circunloquios se suelen escuchar cuando los médicos se dirigen a los familiares de los enfermos, con expresiones como “nos tememos lo peor” o “puede pasar cualquier cosa”, por no decir llanamente que es muy probable que se muera el paciente.

Pero, tras eufemismos de este corte, un médico le puede hablar a otro de que al paciente equis con fiebre y confusión, va a “pincharle la raspa, no vaya a ser que haya cogido una meningitis”, o le advierte de que “le ha pedido una analítica de sangre, con coagula y cultivo”.

Pleonasmos en reuniones científicas

Los pleonasmos son especialmente frecuentes en el lenguaje hablado de sesiones y reuniones científicas. Se dice que “parece verosímil”, se pretende la “erradicación total”, se llega a unas “conclusiones finales”, se busca la “causa etiológica”, se emplea un “tratamiento quimioterápico”, se exponen “prerrequisitos” para un ensayo clínico, o se pretende conocer el “porvenir ulterior” para lograr un “buen éxito”, ya que el tema objeto de estudio está en “auge ascendente”, si bien algo permanezca “como un enigma no resuelto”. No obstante, volvemos siempre a lo mismo: prerrequisito está aceptada proveniente del inglés prerequisite, como requisito previo, por la RAE, cuando ya el requisito es per se condición necesaria, y por tanto previa, para algo.

Más de una vez he escuchado entre las primeras conclusiones de unos comisionados que “todos concordamos en estar de acuerdo” y que hemos elaborado un “proyecto de futuro”; y menos mal que el comité lo formaban personas vivas y cultas, pues ¿qué podría haberse esperado si se hubieran reunido muertos o tumores, que son los que supongo que se sientan en torno a una mesa en los llamados Comité de fallecidos y Comité de tumores?

No es raro oír que un médico dice “ictus agudo”, cuando ictus quiere decir golpetazo brusco. Y es habitual leer ACVA, como si los accidentes, mal llamados cerebro-vasculares, no fueran agudos. Lo suyo sería AVE (Vásculo Encefálico), pero…

(Continuará…)

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