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Dr. Puerta: La indiscutible importancia de la inmunidad colectiva

Dr. Puerta: La indiscutible importancia de la inmunidad colectiva

Imagen: fatmawatilauda/freepik

Un artículo aparecido esta semana en PNAS repasa lo que sabemos sobre la inmunidad colectiva (IC) contra el SARS-CoV-2, esa que nos permitiría volver a la vida normal. La verdad parece ser que, después de más de un año y medio de pandemia, las incertidumbres existentes impiden fijar el umbral con la que la alcanzaríamos.

Ya el pasado mes de diciembre, Anthony Fauci advirtió de que habría que vacunar al 70-85% -incluso al 90%- de la población de EE UU para lograrla, ya que «se desconoce el porcentaje exacto”. Quizá este término o concepto epidemiológico haya abierto dos frentes, por un lado, parece que el público no comprende bien su significado y, por otro, las discrepancias entre los científicos a la hora de interpretarlo.

El epidemiólogo Paul Fine, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, reconoce haber escuchado muchas definiciones sobre la IC a lo largo de su carrera: “No hablaré por todos –dice- pero la mayoría de los epidemiólogos ahora entienden el concepto como la respuesta a esta pregunta: ¿Qué proporción de personas […] han de estar inmunizadas para que disminuyan las nuevas infecciones?”.

O como explica la bióloga evolutiva Katrina Lythgoe, de la Universidad de Oxford, la IC tiene lugar cuando, como resultado de una inmunidad vacunal o adquirida naturalmente, un individuo típico infecta a menos de una persona.

En teoría, estimar el umbral con el que se alcanza la IC por medio de la vacunación o la infección natural no precisa más que un simple cálculo matemático. Si se conoce bien el patógeno y la población está bien caracterizada resulta fácil realizarlo.

Inmunidad Colectiva

En efecto, esta es la fórmula: 1-1/R0, donde R0 es el número de reproducción básico, es decir, el número promedio de casos secundarios causados por un infectado. Al comienzo de la pandemia se estimó que el SARS-CoV-2 tenía un R0 de aproximadamente 3, lo que significa que cada caso infecta una media de tres personas. Esta cifra se ha mantenido bastante estable.

Aunque los cálculos son sencillos, elegir los términos correctos que deben formar parte de las ecuaciones y, luego, interpretar los resultados ya son tareas más complejas, aspecto en el que insiste el epidemiólogo Marc Lipsitch, de Harvard. Para Paul Fine, los cálculos que sitúan el umbral de la IC en el 67% de la población dan por sentado que sus integrantes se relacionan al azar y que todos los contagiados por el SARS-CoV-2 lo transmitirán a tres individuos susceptibles.

Sin embargo, en la sociedad actual, los humanos no interactuamos al azar y el virus se propaga a distintas velocidades en cada colectividad, por lo que el cálculo del R0 -en una comunidad real- puede tornarse muy complicado cuando hay heterogeneidad y los contactos no son aleatorios.

A esto se une, por ejemplo, el hecho de que la respuesta inmunitaria a las infecciones varía ampliamente, ya que puede decaer conforme pasa el tiempo y las personas pueden contraer la Covid-19 más de una vez. Por lo tanto, las infecciones pasadas, sean o no sintomáticas, no resultan útiles para medir el nivel de protección de la población.

Para complicar un poco más las cosas, sabemos que las nuevas variantes del virus aparecidas en Sudáfrica y Brasil eluden la inmunidad natural o la inducida por una vacuna elaborada con cepas más antiguas. Como los temas pendientes de estudios que arrojen conclusiones más terminantes no se agotan en lo expuesto, algunos investigadores adjetivan la IC como transitoria.

El ‘final’ de la pandemia, no el fin del virus

Parece ser que el concepto de inmunidad colectiva es harto escurridizo. Sin embargo, la pregunta que todos nos hacemos sigue ahí: ¿cómo terminará la pandemia? Son pocos los científicos que señalan un horizonte previsible para la erradicación del SARS-CoV-2.

Sin embargo, son muchos, incluido la epidemióloga Jennie Lavine, de la Universidad de Emory, Atlanta, los que creen que el virus finalmente será domeñado por la combinación de una vacuna y la resistencia adquirida de forma natural. Sin que esto suponga su desaparición de nuestras vidas. Antes bien, se transformará en una enfermedad más benigna, es decir, se convertirá en otro coronavirus endémico causante de cuadros catarrales.

Todo indica –hoy- que el final de la pandemia no va a consistir necesariamente en el fin del virus. A falta de certidumbres perentorias -viviríamos más tranquilos si las tuviéramos- sobre muchos aspectos de la Covid-19, tal vez, los investigadores y los especialistas en salud pública deberían plantearse explicar la pandemia y el regreso a la normalidad de una forma diferente a como lo han hecho hasta la fecha.

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